lunes, 5 de septiembre de 2011

El cine y el mar


Hace aproximademente un año conocí el Festival de Cine y Video Indígena que se realiza en la ciudad de Morelia, Michoacán. De entre las variadas proyecciones del festival, quedaron en mi memoria las imágenes de “El camino a donde voy”, un documental que entre sus historias relata cómo una pareja de ancianos mayas de Sotuta, Yucatán cumplían su sueño: conocer el mar.

Al igual que los ancianos de la película, para muchas personas el mar es algo que sabemos que existe, pero que nunca hemos visto. Lo mismo pasa con las comunidades indígenas de nuestro país, seamos indígenas o no, hemos oído que viven, pero no sabemos cómo lo hacen, si se parecen a nosotros, si tienen las mismas preocupaciones, si les gustan las mismas cosas, o si viven su vida –campesina o urbana- de la misma manera en la que uno lo hace.

Tres de los videos del Festival llamaron mi atención por ser de Oaxaca, y que además son relatados desde el interior de los pueblos. “El rebozo de mi madre” muestra la visión de una cineasta que salió de su pueblo cuando era niña, y a través de la pregunta ¿cómo sería mi vida si no me hubiera ido? narra episodios actuales de la vida en la Mixteca oaxaqueña. Por otro lado, “Jotooky Pëtsëëmpë, Jaraneros Mixes de Guichicovi” se acerca a los músicos que tocan instrumentos de cuerda, en este municipio del Mixe Bajo, para documentar su historia y mostrarnos, a nosotros los de fuera y a ellos los de dentro, cómo este tipo de música se relaciona con la vida del pueblo. Finalmente, “Me parezco tanto a ti” filmada en un pueblo zapoteco de la Sierra Norte, se acerca de manera fascinante a las mujeres de Guelatao, adolescentes y ancianas, para contarnos su vida, sus aspiraciones, sueños y experiencias; este cortometraje recibió el premio Universitario del Festival.

Si bien cualquier película sólo nos muestra la visión del director sobre la idea que quiere transmitir, creo que estos espacios contribuyen a que aquellos que esten interesados en conocer las realidades indígenas lo puedan hacer. Y aún más, para que los pueblos se vean reflejados en una pantalla y puedan conocer al resto de los pueblos; lo cual es mejor cuando el video es utilizado no sólo para documentar desde fuera, sino desde el interior.

En uno de los documentales del festival un joven teenek dijo que él quería salir y conocer otros lugares, para ver si hacen las cosas como en su pueblo, si tienen las mismas celebraciones o las mismas danzas; para preguntarles por qué lo hacen, así como cuando a él le preguntan sobre su vida y sus actividades en su pueblo. Independientemente del lugar o la cultura a la que pertenezcamos, todos tenemos sueños, y el cine y el video nos permiten conocer los de otros. Y quién sabe, tal vez cuando los cumplamos, así como declaraban los ancianos mayas de Sotuta después de conocer el mar, podamos morir en paz.

viernes, 17 de junio de 2011

Lluvia delgada

Era una lluvia que ahogaba el recuerdo de todas las lluvias. Ray Bradbury.


La lluvia no dejaba de caer en el planeta Venus, los hombres cuyo cohete estropeado yacía en algún punto de la selva venusina eran atormentados por las gotas que los golpeaban incesantemente, una vez y otra vez... hasta hacerlos enloquecer. El cuento de Ray Bradbury "La larga lluvia", describe a Venus como un planeta en el cual la lluvia nunca se detiene, todo el día y toda la noche, todos los largos meses del año la lluvia cae y moja e inunda todo lo que existe.

A estas alturas del año, que aún no llueva lo suficiente en este punto del planeta Tierra me hace añorar alguna de las "lluvias largas" de Venus. Aunque si viviera en un planeta así, por más que me guste la lluvia terminaría perdiendo la cordura (sí, la poca que me queda). Afortunadamente, en nuestro planeta y en nuestro país ni la sequía ni la lluvia son eternas, y por suerte la temporada de lluvias ya inició.

Las sierras orientales de México desempeñan un papel crucial para que ocurran lluvias en nuestro país. La Sierra Mixe es una de ellas.

Todos sabemos que las lluvias pueden variar en intensidad, que a lo largo del país no son iguales, y que tampoco lo son a lo largo del año; a veces pueden caer aguaceros torrenciales que duran unos cuantos minutos, mientras que otras pueden ser escasas pero constantes por varios días. Si bien son varios los factores que determinan la cantidad de lluvia que cae en cierto lugar, en nuestro país dos son determinantes: la orografía y los patrones de circulación del viento. El primero se refiere a qué tan altas y que tan próximas son las sierras al lugar donde vives, y el segundo a desde donde sopla el viento que trae las nubes a tu localidad.

Desde una perspectiva simple, los patrones de circulación del viento varían a lo largo del año en función de la estación respectiva. Como gran parte de nuestro país presenta la temporada lluviosa durante el verano, son más importantes los vientos llamados alisios. Estos vientos soplan de noreste a suroeste y al atravesar el Golfo de México absorben humedad; cuando éstos chocan con las montañas (las sierras orientales de nuestro país), se ven obligados a ascender y se enfrían, la humedad se condensa y entonces, llueve. Muchas otras sierras en el suroeste y oeste del país contribuyen de forma semejante, favoreciendo la lluvia en regiones alejadas del mar.


En el Cempoaltépetl, la humedad se condensa y es descargada en forma de neblina o lluvia.

En verano también ocurre la formación de ciclones tropicales en los dos océanos que rodean al país. Estos ciclones introducen mucha humedad en ambos litorales, adentrándose en ocasiones hacia tierra firme; al chocar con las sierras y montañas, las lluvias en estos sitios se intensifican. Gracias a estos ciclones la humedad puede alcanzar zonas donde los vientos alisios no llegan y que de otra manera, no tendrían una sola gota de lluvia al año.

Puesto que no tenemos ciclones tropicales todo el año, la lluvia no siempre es intensa. Aún así, hay lugares en nuestro país donde la cantidad de lluvia que cae es muy grande, por lo menos la mitad del año. Los sitios donde se registra la mayor precipitación anual se hallan en las sierras orientadas hacia el Golfo de México, expuestas a los vientos alisios y a los ciclones del Atlántico, éstas son la Sierra Norte de Puebla, las Sierras de Ixtlán y Mixe en Oaxaca, y las Montañas del Norte de Chiapas. En estos lugares, hay meses en los que la lluvia no deja de caer por días, el Sol no brilla por semanas y las gotas golpean incesantemente, una vez y otra vez...

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Aunque las lluvias en México no lleguen a enloquecer a las personas, por lo menos las han desesperado. En su Historia de Oaxaca, del S. XIX, Jose Antonio Gay escribió que en Totontepec Mixe "son tres meses de llovizna, tres meses de aguaceros, tres meses de lodo y tres meses de todo". La frase da la impresión de un lugar muy lluvioso, y en efecto lo es. Esta comunidad se ubica en la franja de pueblos que en la Sierra Mixe reciben toda la humedad de los vientos alisios, y que en temporada de ciclones la cantidad de agua que cae es mucho mayor (los meses de todo). 

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El nombre de esta entrada deriva de pejy tyuuj o lluvia delgada, que en el Ayuujk de Tlahui designa la lluvia suave pero constante. Para conocer más sobre la precipitación en México, puedes consultar el artículo Distribución de la precipitación en la República Mexicana, de Enriqueta García, una de las mujeres científicas más prominentes y pionera en los estudios sobre el clima de México.

lunes, 2 de mayo de 2011

Tsik. La gallina que llegó del cielo

Cuando Francisco Pizarro y los conquistadores españoles llegaron ante los incas en 1532, se encontraron con un ambiente y cultura desconocidos para ellos. Sin embargo, había un elemento que no les era extraño (además del oro, claro está), un animal que sí conocían: las gallinas. ¡Sí, gallinas! o al menos eso fue lo que dijo Pizarro. Su relato y otros hechos motivaron una controversia sobre el momento en el que las gallinas arribaron a América, después de haber sido domesticadas en el sudeste asiático y luego llevadas al resto del mundo.

¿Cómo saber si las gallinas llegaron a América antes que los europeos? Los historiadores buscaron pruebas adicionales a las crónicas de los conquistadores, y las encontraron. En El Arenal, un sitio arqueológico de la costa de Chile, se hallaron huesos de gallinas que fueron fechados como pertenecientes a la época precolombina (1304-1424 dne), y que además prueban que estas aves no llegaron vía Europa, sino a través de las islas de Oceanía.

Esta historia se describe con mayor detalle en un artículo publicado en el número 108 de la revista ¿Cómo ves?, titulado ¿Quién fue primero, Colón o las gallinas? En dicho artículo el autor afirma que como prueba adicional del arribo precolombino de las gallinas pueden utilizarse los idiomas americanos. La idea planteada es que si las gallinas llegaron con los europeos, en los idiomas americanos debería existir un vocablo que tuviera una raíz europea o que recordara el vocablo de algún idioma europeo. El autor utiliza como ejemplo el idioma ayuujk o mixe, y afirma que los vocablos utilizados (tseuk y tsag-naj) no tienen semejanza con vocablos de origen europeo. El planteamiento es interesante, por desgracia, eligió el idioma equivocado.

Los gallos forman parte ya de la cultura ayuujk, a pesar de ser de origen foráneo. Fragmento de mural en Tlahuitoltepec
En el ayuujk de Tlahuitoltepec-Xaamkëjxp, gallos y gallinas se conocen como tsapna'ääw y tsaptuttääk, respectivamente, y el vocablo tsik se refiere a los pollitos. La semejanza entre ambas palabras es el prefijo tsap- que deriva de la palabra tsäjp, cuyo significado es "cielo". Este prefijo antecede a las palabras na'ääw y tuttääk, que son los nombres del guajolote macho y hembra. Gallos y gallinas son entonces los equivalentes celestes de los guajolotes americanos.

El uso de este prefijo posiblemente se debe a los métodos utilizados por los primeros misioneros que entraron a la región mixe, quienes afirmaron tener un origen divino o celeste. Ello resulta acorde con el nombre acuñado para designar los templos católicos: tsaptëjk o casa del cielo. Y también aplica con otras palabras que designan organismos u objetos de origen europeo. Por ejemplo, el prefijo tsap- antecede a palabras como käj (fiera, puma), tsuuky (zapote), kaaky (tortilla) y xëjk (frijol) entre otras, que unidas forman las palabras tsapkäj, tsaptsuuky, tsapkaaky y tsapxëjk, que son nombres actuales para toro, naranja, pan y haba.

Los guajolotes también son parte de la cosmovisión ayuujk. Fragmento de mural en Tlahuitoltepec.

Así, la ausencia de préstamos lingüísticos en los idiomas americanos como el ayuujk no prueban que las gallinas llegaran antes que los españoles, ya que este no es el único método por el cual un idioma adquiere nuevas palabras. En el ayuujk se utilizaron palabras de organismos ya existentes y se reconfiguraron para nombrar organismos foráneos. En el vocablo resultante, es claro que las gallinas no estaban aquí antes que llegaran los europeos. 

Pero las gallinas sí estaban en Sudamérica, aunque no habían alcanzado a dispersarse en todo el continente. Las gallinas que hoy conocemos en nuestro país son el resultado de la inmigración europea a América, y las gallinas del sur fueron casi olvidadas. A final de cuentas, no era lo que a Pizarro y sus compañeros les interesaba.

lunes, 11 de abril de 2011

Patseen o el pino de los tontos

En realidad el nombre más conocido de este árbol es casuarina, y le llaman así porque dicen que sus ramas semejan las plumas de un ave llamada casuario. Con gusto les confirmaría si esto es cierto, si no fuera porque el casuario y la casuarina son de Oceanía, la cual está muy lejos, y además es muy caro llegar allá. Por suerte tiene otros nombres que lo relacionan con los pinos, y de ésos si tenemos de sobra en México (los pinos del género Pinus, como el ocote –tseen- y el ayacahuite, no los pinos de navidad).

La historia de la casuarina en nuestro país es menos conocida que la de otro árbol también originario de Oceanía: el eucalipto, enemigo público número uno de muchos biólogos. Al igual que el eucalipto, se desconoce con exactitud el momento en que la casuarina se plantó por primera vez en México, pero sí se sabe con certeza cuándo ambos árboles se introdujeron de forma masiva. El responsable de dicha acción, que no el culpable, fue Miguel Ángel de Quevedo, mejor conocido como el apóstol del árbol.

Las casuarinas se hicieron famosas en México a principios del siglo XX (en los años 20 más o menos), en el Puerto de Veracruz. Resulta que en el puerto soplan vientos muy fuertes en dirección sur, llamados por ello “nortes”, que han originado una zona de dunas costeras muy grande al norte de la ciudad; cuando llegan los nortes, la arena de dichas dunas es movida hacia el puerto, sepultando lo que se les ponga enfrente.


Casuarinas sembradas para estabilizar las dunas costeras de La Mancha, Veracruz.


Miguel Ángel de Quevedo, quien había estudiado en Francia, aprendió las técnicas que los franceses utilizaban en sus colonias del norte de África para contener las dunas de arena de las costas, entre las cuales es posible que se utilizaran casuarinas, importadas de Oceanía obviamente. Así, Miguel Ángel se hizo cargo de la estabilización de las dunas de Veracruz e hizo plantar un cinturón verde de casuarinas al norte de la ciudad, para que éstas fijaran la arena de las dunas y al mismo tiempo sirvieran como cortinas rompevientos.

Dicha técnica tuvo el éxito esperado, por lo que la casuarina se siguió utilizando en muchas zonas costeras para fijar la arena de las costas. Pero también fue ampliamente utilizada como árbol para reforestación en el interior del país, debido a su resistencia a la sequía y a que pueden crecer en suelos pobres en materia orgánica. Para 1940 era uno de los árboles más utilizados en los programas de reforestación a nivel nacional, y en algún momento de la historia, también llegó hasta la Sierra Mixe.

Pero las casuarinas no son los árboles más ideales para reforestar, cuando fueron introducidas a México no se manejaban aún los conceptos de especies exóticas e invasoras ni se tenía prioridad por mantener y propagar a los árboles nativos. Hoy en día en algunas zonas del Mar Caribe (por ejemplo, en la Reserva de la Biósfera Sian Ka’an, Quintana Roo) se ha demostrado que la casuarina es un árbol agresivo con la vegetación nativa, desplazándola debido a su rápido crecimiento y a que desprenden sustancias alelopáticas, que impiden el desarrollo de otras plantas y modifican el hábitat de numerosos organismos.


El centro de Tlahuitoltepec en 1969. Los árboles de la derecha son casuarinas. Título: Semana santa. Foto: Adrián Martínez González.

El extenso cultivo de la casuarina cerca de las costas motivó a que también se le llamara pino de mar o pino salado, pero el nombre más extravagante que recibió fue el de Pino de los tontos. Se le ha llamado así pues las ramas de la casuarina se parecen a las hojas de los pinos, e incluso sus frutos aparentan ser conos (o piñas) de los pinos, lo cual confunde a cualquier observador. Sin embargo, no pertenecen siquiera a la misma familia botánica: lo que parecen hojas en la casuarina en realidad son pequeñas ramas articuladas de color verde, las hojas son minúsculas y sólo se aprecian con una lupa en la base de cada rama.

Cuando las casuarinas arribaron a la Sierra Mixe, fueron sembradas en los centros de las localidades y en las escuelas. Recuerdo que en Tlahuitoltepec hace ya varios años existían casuarinas alrededor de la cancha municipal, y que después fueron cortadas en una de las múltiples remodelaciones que se han hecho. Más abajo, alrededor de la cancha del Capce aún existen los troncos de las casuarinas. En varios pueblos de la región persisten también, ya viejos, árboles de casuarinas como testigos de los programas de reforestación nacional de mediados del siglo XX, cuando los árboles de Oceanía llegaron a México.

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Al ser un árbol no nativo de nuestro país, la casuarina no tiene nombre en el idioma Ayuujk, por lo que la vacante se encuentra disponible. Yo propondría llamarlo patseen, utilizando el prefijo pa- que denota que algo es falso o incompleto, y tseen, el nombre genérico de los pinos (conocidos en la zona como ocotes). Aunque siempre existe la posibilidad que pudiera llamarse mats tseen ¿no creen?

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Existe numerosas fuentes de información sobre la casuarina. Pueden hallarse datos sobre su historia en México Forestal, o sobre su taxonomía en la Flora de Veracruz y datos adicionales en el sitio web Malezas de México.

martes, 5 de abril de 2011

Detrás de cámaras

Entre los estudios sobre cuestiones ambientales existe un área de investigación que se dedica a indagar los conocimientos y las percepciones que las personas tienen sobre su ambiente. Por varios años estos estudios se han llevado a cabo en comunidades indígenas o campesinas, lo cual ha generado entre los investigadores una imagen positiva de nuestros pueblos.

¿Hasta dónde ha llegado esta imagen? En estos días encontré dos casos que nos muestran algunas respuestas. El primero es el III Congreso Mexicano de Ecología, en el cual una parte de las ponencias, carteles y simposios presentados tratan sobre la relación entre los pueblos indígenas y su ambiente. De dicho congreso se deduce que hoy en día términos como el manejo sostenible de ecosistemas, la etnoecología, la agroecología y el patrimonio biocultural son componente importante del cúmulo de investigaciones que se realizan sobre Ecología a nivel nacional.

El III Congreso Mexicano de Ecología y la fotografía de Luis Ernesto Nava en National Geographic.


El segundo es el hallazgo de una fotografía en el número de Abril de 2011 de la revista National Geographic en su versión en español. En la sección Detrás de cámaras hay una fotografía de una anciana de Santa María Tlahuitoltepec, el día que se celebró en Tlahui la venta de bonos de carbono. El pie de foto dice:

“En la sierra norte de Oaxaca, México, específicamente en el pueblo de Santa María Tlahuitoltepec, la etnia mixe transitó de las técnicas prehispánicas de roza, tumba y quema al posmodernismo del mercado de los bonos de carbono en sólo 10 años. Ahora esta comunidad, donde el uso del castellano es raro y las mujeres de cada pueblo se diferencian por el color del rebozo, empieza a vincularse con empresas que buscan equilibrar sus emisiones mientras los cuerpos de agua en las zonas reforestadas empiezan a resurgir. Llama la atención particularmente cómo esta etnia encontró una manera de insertarse sin menoscabo de su lengua y tradiciones en un mundo cada vez más competitivo”.

Así como se estudian las percepciones sobre el ambiente, cabe preguntarse si la percepción que los investigadores y el resto de la gente tiene sobre la relación entre los pueblos indígenas y el ambiente es la adecuada o la más próxima a la realidad, y si esta percepción nos beneficia o nos es indiferente, entre otras preguntas relacionadas. Detrás de cámaras, ¿cuáles son las respuestas?

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miércoles, 2 de marzo de 2011

Orígenes II. El hombre con pico de garza y el conteo de los días

Tiempo después que J. Justeson y T. Kauffman publicaran el desciframiento de la escritura epi-olmeca afirmando que pertenece a una lengua mixe-zoque (lea en este mismo blog, Orígenes I), hubo a quien no le pareció que dicho trabajo estuviese completo. Michael Coe y Stephen Houston aplicaron el procedimiento de Justeson y Kauffman a una máscara con inscripciones epi-olmecas y no hallaron sentido al texto obtenido; la máscara descrita es de estilo teotihuacano y se desconoce su ubicación actual, aunque se sabe que se halla en una colección privada en Estados Unidos.

Sin embargo, la estela de La Mojarra no es el único texto que contiene caracteres epi-olmecas; otros han sido hallados alrededor del Istmo de Tehuantepec (Tres Zapotes, Chiapa de Corzo, Cerro de las Mesas), y uno de los más famosos es la Estatuilla de Tuxtla. Ésta fue hallada en 1902 por un campesino en los alrededores de San Andrés Tuxtla, Veracruz; después reapareció en el Instituto Smithsoniano y en la actualidad se halla en el Museo Nacional de Historia Natural, Washington, EUA.

Reproducción de la Estatuilla de Tuxtla, Museo Nacional de Antropología, Ciudad de México
La Estatuilla de Tuxtla representa a un hombre con el rostro cubierto por el pico de un ave del sureste de México, la Garza pico de bota (Cochlearius cochlearius); esta garza habita aún hoy el ecosistema donde se desarrolló la cultura olmeca. Sobre lo que parece ser un abrigo de plumas que cubre a este personaje está grabado un texto epi-olmeca, además de la fecha correspondiente al año 162 de nuestra era, es decir ¡hace casi 2000 años!

Por algún tiempo esta fue la fecha más antigua grabada en una pieza arqueológica, hoy el registro más antiguo procede de la Estela 2 de Chiapa de Corzo (sitio arqueológico zoque), fechada en el año 36 antes de nuestra era. Los registros de fechas que acompañan a la escritura epi-olmeca pertenecen al calendario de cuenta larga, una notación numérica muy utilizada por los mayas para fechar acontecimientos importantes en sus estelas, pero cuyos registros (los de los mayas) más antiguos aparecen 300 años después que los epi-olmecas.


 Garza pico de bota (Cochlearius cochlearius) en un manglar, Coatzacoalcos, Veracruz

La cuenta larga se basa a su vez en la numeración vigesimal, ampliamente difundida en el área mesoamericana; éste es un sistema de numeración posicional en el que un punto representa el 1 y una barra horizontal representa el 5, y así hasta el 19. El número veinte se representa colocando un punto a un nivel superior, y el cero (una concha estilizada) en el nivel anterior. La utilización del calendario de cuenta larga y la numeración posicional indican que la invención del cero es más antigua de lo que se pensaba, y que fue utilizado por los olmecas mucho antes que la cultura maya.

Numerales del calendario
de cuenta 
larga en la Estela
de La Mojarra, 
Museo de
Antropología de Xalapa
Muchos elementos de las culturas que ocuparon el área olmeca, como la escritura epi-olmeca, la numeración y el calendario de cuenta larga se difundieron a gran parte de Mesoamérica. Incluso hoy el conteo de los días es una práctica que se efectúa directa o indirectamente asociada a los calendarios prehispánicos; por ejemplo, en la cultura Ayuujk existe un especialista ritual cuyo nombre significa “el que sigue la cuenta de los días”, se le llama xëmaapyë o xëpayë’ëpyë, y se sigue utilizando la numeración vigesimal. El legado de los olmecas en las culturas mixe-zoques modernas persiste, a pesar de encontrarnos a varios siglos de distancia.
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Se pueden consultar en línea las primeras descripciones de la Estatuilla de Tuxtla, las imágenes de la máscara teotihuacana con inscripciones epi-olmecas, y numerosos registros fotográficos de monumentos con escritura epi-olmeca.

lunes, 28 de febrero de 2011

¡Oh! parota

La primera vez que tuve conocimiento de los árboles conocidos como parotas, fue al oír unos versos compuestos por unos amigos, en los cuales se hace referencia a la majestuosidad de estos árboles. A semejanza de los versos de La Llorona o La Malagueña, los versos de la parota también cambian (en función de la memoria o la capacidad de improvisación del que las recita), aunque conservando la rima con el verso principal que dice: ¡Oh!, parota, ¡oh!, parota.

Los divertidos versos sobre la parota hacen referencia a sus características físicas: hojas, ramas o tronco, pero en términos aumentativos (hojotas, ramotas, troncote). Y es que cuando uno está frente al árbol no puede más que sorprenderse de las grandes dimensiones del mismo, lo cual justifica cualquier aumentativo posible. Este es uno de los árboles más grandes de México, alcanzando una altura de 30 metros (aunque su copa suele ser más ancha que alta) y un diámetro del tronco de hasta 3 metros.

Parota o guanacastle a orillas del camino, cerca de Frontera Comapala, Chiapas.

A este árbol también se le conoce como guanacastle, nacastle, orejón, y nombres semejantes. Éstos hacen referencia a una de las características más sobresalientes del árbol, pues sus frutos semejan orejas humanas, de ahí que se llame guanacastle, del náhuatl cuaunacaztli, formado de las palabras cuahuitl (árbol) y nacaztli (oreja). Su nombre científico es Enterolobium cyclocarpum y pertenece a la familia botánica de las Fabáceas (o Leguminosas).

Las parotas se distribuyen ampliamente en el país, en particular en zonas cálido-húmedas o cálido-subhúmedas, cerca de los cursos de agua. A nivel mundial se le encuentra en Centroamérica (es el árbol nacional de Costa Rica) y hasta el norte de Brasil. Aunque hoy en día es difícil hallar bosques compuestos exclusivamente de este árbol, Faustino Miranda afirmaba que en la Depresión Central de Chiapas los había; un bosque dominado por este tipo de árboles debió ser magnífico, ahora es más fácil hallarlos en los pastizales y orillas de caminos, así como en las cercas de los potreros.

Frutos de un guanacastle a orillas de un río. Cuetzala, Tlaltetela, Veracruz.

La parota es un árbol con amplios usos, su madera se usa como leña, carbón, y material de construcción, las hojas son alimento de ganado, y su corteza se usa para curtir pieles;  también proporciona servicios ambientales como atrayente de abejas productoras de miel, sombra, fijación de nitrógeno y conservación del suelo. Este es un árbol majestuoso e imponente, uno de los tantos que compone la diversidad de plantas que tenemos en México, y que al mismo tiempo, es fuente de inspiración para versos como los de la parota.

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En el Ayuujk de la región alta no he escuchado el nombre correspondiente a este árbol, el cual seguramente existe en la zona baja de la región mixe. La referencia más cercana es del idioma popoluca de Sayula, Veracruz (un pariente del mixe), que según Maximino Martínez (Catálogo de nombres vulgares y científicos de plantas mexicanas) es Cuytatsuic. En el Ayuujk de Tlahuitoltepec Cuy corresponde a Kipy, y es evidente que tatsuic se refiere a tätsk; así, el nombre equivalente sería Kipytyätsk, cuyo significado sería el mismo que en el náhuatl: el árbol con orejas.

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Se puede hallar información sobre la parota en los siguientes enlaces de la CONABIO y la Biblioteca digital de la medicina tradicional mexicana

martes, 8 de febrero de 2011

Yuu’n, el arado en el cielo

Para los griegos de la Antigüedad, la constelación conocida como Orión representaba a un hábil cazador, quien después de morir a manos de una flecha de Artemisa (o herido por un escorpión, según la versión) fue elevado al cielo. En el cielo nocturno, Orión es fácilmente identificable por formar un cuadrilátero irregular en cuya mitad se ubica un grupo de tres estrellas conocido como el cinturón de Orión.

En el actual medio rural de México las constelaciones también reciben nombres, dependiendo del grupo cultural al que se pertenezca. Para los p’urhépecha, la constelación de Orión forma la figura del Arado (araro joskua), y su movimiento marca el inicio del año nuevo p’urhépecha (Juchari uéxurhini). 

Con la festividad del fuego nuevo (Kurhikuaeri k’uinchekua) comienza un nuevo año entre los p’urhépecha, y se efectúa como tal desde hace 29 años, cuando inició el rescate de esta tradición interrumpida durante la Colonia. Cada año se efectúa en una comunidad diferente, perteneciente a alguna de las subregiones p’urhépecha (sierra, ciénaga, lacustre, cañada). Como sucede en otros pueblos de Mesoamérica, su año se basa en el calendario de 18 meses de 20 días, a los que se añaden 5 días funestos.

Música y danzas p'urhépecha, la noche del año nuevo en Jarácuaro, Michoacán

A la ceremonia del fuego nuevo asisten las distintas comunidades p’urhépecha, mientras paralelamente se desarrollan actividades culturales y artísticas que refuerzan su identidad regional. Este año pude presenciar esta ceremonia, realizada en la comunidad de Jarácuaro a orillas del lago de Pátzcuaro. La fecha correspondiente en el calendario gregoriano es la noche del 1 de febrero, en el momento en que el Arado (el cinturón de Orión) se encuentra a mitad de su recorrido en el cielo, poco antes de la medianoche.

Durante la ceremonia, los ancianos de la comunidad sede encienden el fuego nuevo sobre una plataforma expresamente construida para este momento. Una vez encendido, el fuego es compartido a los demás asistentes en trozos de ocote. Posteriormente las cenizas y otros símbolos son legados a la siguiente comunidad donde se efectuará la misma ceremonia al año siguiente hasta cumplir 52 años, un siglo según la tradición mesoamericana.

El fuego nuevo es compartido por los asistentes a la festividad (Jarácuaro, Michoacán)

Al asistir a esta ceremonia, pensé en los paralelismos existentes con las tradiciones ayuujk, aunque con sus evidentes contrastes: en las comunidades ayuujk, el año nuevo (aunque se utiliza el del calendario gregoriano) también representa una fecha importante para cada comunidad, y en particular para las autoridades que rigen a los pueblos; la transmisión de poderes en Tlahuitoltepec (al igual que los símbolos p’urhépecha de la ceremonia) es un acto trascendental; y de forma semejante a los p’urhépecha, el arado (yuu’n) es también entre los ayuujk una constelación del cielo nocturno.

Los p’urhépecha han hallado en las actividades de carácter regional la oportunidad para mantener vivas sus tradiciones, y recuperar las que fueron olvidadas; los ayuujk, en las actividades de carácter más local. Ambos, teniendo como testigos un arado en el cielo, el instrumento de labranza que fue introducido por los españoles, pero que hoy es fundamental en las actividades agrícolas de los pueblos.

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Puedes conocer más sobre la cultura p’urhépecha y la festividad del fuego nuevo en este enlace.