lunes, 6 de diciembre de 2010

La sierra en llamas

 “Y la tierra es empinada. Se desgaja por todos lados en barrancas hondas, de un fondo que se pierde de tan lejano. Dicen los de Luvina que de aquellas barrancas suben los sueños; pero lo único que vi subir fue el viento en tremolina, como si allá abajo lo hubieran encañonado en tubos de carrizo”
Este es un fragmento del cuento llamado Luvina, de Juan Rulfo, uno de los escritores mexicanos más sobresalientes del siglo pasado. Sus principales obras: El llano en llamas y Pedro Páramo están entre las obras escritas más aclamadas de la lengua española por el manejo de lo que se denominaría el realismo mágico. Originario de Jalisco, en el occidente de México, Rulfo viajó por gran parte del país, incluyendo el estado de Oaxaca, de donde tomaría el nombre de Luvina para uno de sus relatos (San Juan Luvina es un pueblo zapoteco de la Sierra Juárez, en el municipio de San Pablo Macuiltianguis, distrito de Ixtlán).

La labor de Rulfo como escritor estuvo acompañada de su actividad como fotógrafo. En los últimos años ha sido ampliamente difundida la obra fotográfica de Juan Rulfo, y una porción de ella está dedicada en su totalidad a las visitas que hiciera Rulfo a Oaxaca. Las fotografías de Juan Rulfo muestran diversas facetas de los pueblos y personas oaxaqueñas de mediados del siglo XX, pero quizás las más interesantes, desde mi punto de vista, sean las que hiciera durante su visita a la Sierra Mixe, mientras trabajaba en la Comisión del Papaloapan.

Niño y tambor. Juan Rulfo. 1956.

Entre 1955 y 1956, Juan Rulfo fue contratado como jefe de publicaciones en la Comisión del Papaloapan, poco tiempo después que se publicaran sus escritos más conocidos. Él trabajaba en Ciudad Alemán (Cosamaloapan, Veracruz), haciendo investigaciones sobre la situación social de la zona, que incluía toda la cuenca del río Papaloapan, en los estados de Puebla, Veracruz y Oaxaca.

En 1955 ascendió a la Sierra Mixe a caballo, para presenciar una concentración de danzas de la región, el destino elegido fue Zacatepec aunque su visita incluiría otros pueblos. Durante ese y otros viajes, Juan Rulfo registró visualmente y por escrito la vida de los pueblos, el proceso de cultivo y cosecha del café, del tabaco, de la milpa, y quizás una de las actividades más relevantes para los mixes: la música. En algunas de las fotografías expuestas en Juan Rulfo: Oaxaca, una selección de las imágenes captadas por Rulfo, se nombran y se reconocen personas mixes, cuyo origen es claramente distinguible por la vestimenta de las mujeres: Tamazulapan, Tlahuitoltepec, Cotzocón; a pesar que algunas estén mal designadas (mujeres cuyo vestido es el de Tamazulapan aparecen bajo el título de mujeres de Ayutla).

Mujer de Tlahuitoltepec. Juan Rulfo. 1956.

“Zacatepec, capital del Distrito Mixe, está situado sobre uno de los contrafuertes del cerro de la Malinche, volcán gemelo del Cempoaltépetl. Envuelto constantemente en brumas y nieblas el caserío se dispersa destrozado por las faldas de la montaña. Apenas si una que otra casa de mampostería lo distingue de cualquier otro pueblo mixe y apenas si es mayor en habitantes que otros”. 
Juan Rulfo.

En las fotografías tomadas por Juan Rulfo se reconocen sitios y actividades de la región: el desaparecido campanario de Tlahuitoltepec, su pila de agua, sus mujeres y las de Cotzocón trabajando y descansando, las mujeres de Tamazulapan descansando, los mercados, el Cempoaltépetl y los músicos de Tlahuitoltepec, tocando o con los instrumentos en el suelo. Pero también muestran otros detalles: el estilo de construcción de las habitaciones, el estado de las veredas, la deforestación de los cerros, y la escasa cantidad de casas. Es de destacar que varias sean actividades grupales: la siembra, la construcción, la danza, la música, el descanso.

Exposición Juan Rulfo: Oaxaca. (Mujeres de Tamazulapan descansando, Juan Rulfo, 1956).

Desde el punto de vista artístico y visual, las fotografías de Juan Rulfo tienen un gran mérito y han sido aclamadas por numerosas personas. Pero quizás para los habitantes de la región mixe (La Mijería, según Juan Rulfo) esas fotografías sean más valiosas pues son testimonios de la vida mixe de hace más de cincuenta años, son registros históricos que tenemos derecho a conocer. Esas fotografías son parte de nuestra memoria, tal como fue vista a través de los ojos del gran escritor Juan Rulfo.

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Después de su trabajo en la Comisión del Papaloapan, Juan Rulfo laboró en el Departamento de Publicaciones del Instituto Nacional Indigenista, bajo la dirección de Alfonso Caso. Una de las obras que allí se publicarían fue Los Mixes (1965), el trabajo de Salomón Nahmad que sería el parteaguas en los estudios antropológicos sobre la cultura mixe.
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La exposición fotográfica Juan Rulfo:Oaxaca, es una selección de fotografías hechas por Juan Rulfo sobre la sierra mixe y otros lugares de Oaxaca. Se exhibió en el Museo Archivo de la Fotografía, de la Ciudad de México, durante el 2010, así como en otras sedes. Ojalá algún día llegara a los pueblos donde éstas fueron tomadas. Como parte del mismo proceso se editó un libro bajo el mismo título, por la Editorial RM. Los textos sobre la Sierra Mixe, de Juan Rulfo, aparecen en un suplemento de La Jornada.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Pijy

Hace poco un profesor nos preguntaba: ¿Cómo sería la vida si no existieran las plantas con flores? El mundo en el que vivimos está lleno de ellas, es más la mayoría de las plantas que conocemos y nos son útiles son plantas con flores; frutales, cereales, leguminosas y verduras son plantas del grupo de las angiospermas, es decir, plantas con semilla cubierta (de forma distinta a las gimnospermas, que tienen semillas desnudas).

Flores de Tlahuitoltepec. De las familias botánicas: Asteraceae, Lentibulariaceae, Commelinaceae, Orchidaceae, Crassulaceae y Solanaceae

Si bien la pregunta que nos hiciera el profesor es retórica, puesto que las plantas con flores rodean nuestra vida cotidiana, hubo un tiempo en el que ellas no existieron. Aunque claro, me refiero al tiempo en el que ni siquiera se había originado el humano como especie. En realidad, quienes vieron las primeras plantas con flores fueron los dinosaurios, en el periodo Cretácico de la Era Mesozoica (hace más o menos unos 140 millones de años). Antes de eso, la vegetación era dominada por bosques de coníferas y helechos, semejantes a lo que podríamos ver ahora en los bosques de pino del país.

La flor de las angiospermas es una de las estructuras que diferencian al grupo del resto de las plantas. De los cuatro elementos básicos que conforman la flor, las estructuras más llamativas son los sépalos y pétalos, aunque en ocasiones también los estambres y el pistilo. Los pétalos deben su color a los pigmentos que poseen en sus células, que le dan tonalidades rojas, amarillas, azules, blancas o violetas, o una mezcla de todos esos colores.

Pétalos e inflorescencias de distintas flores de Patamban, Michoacán...

La existencia de plantas con flores ha sido aprovechada por muchas culturas, no sólo desde el punto de vista alimenticio o medicinal, sino en muchos casos como un elemento estético o ritual. En los primeros registros de entierros humanos se ha encontrado polen como prueba de que se depositaban flores a los difuntos, aspecto que se sigue manteniendo en la actualidad, y que en México alcanza su máxima expresión con la cempasúchil o flor de muerto.

Quizás una de las expresiones más bellas de esto sean los tapetes florales elaborados por los p’urhépecha de Patamban, Michoacán. En estos tapetes se utilizan los pétalos, sépalos, flores enteras, frutos y hojas de las plantas de la comunidad para elaborar distintas escenas y motivos geométricos; el resultado es un espectáculo visual impresionante. Si no existieran las plantas con flores, ¿cómo podríamos disfrutar estas expresiones artísticas?

 ... son utilizados para elaborar tapetes florales. En la foto, una muestra de ellos en Morelia.

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En el idioma Ayuujk, Pijy designa a la flor como estructura de la planta, aunque también aparece como sufijo de algunas plantas sin relación aparente, por ejemplo ajää’pijy (cacaloxochitl, Plumeria rubra), makpijy (cempoalxochitl, Tagetes erecta) y xuu’kxypijy (flor de colibrí, Cuphea aequipetala). Incluso es utilizado en algunos animales, por ejemplo el jaguar o kuxïpijy.

miércoles, 20 de octubre de 2010

¿Y tu ombligo?

Entre los recuerdos que tengo de los libros de lectura de la escuela primaria, está la historia del nacimiento de un volcán en Michoacán, el Paricutín. Si bien entonces la lectura parecía fantasía, después supe que en verdad ocurrió en 1943, y que la lava y cenizas arrojadas por el pequeño volcán terminaron sepultando el pueblo de San Juan Parangaricutiro, lo cual propició su reubicación a 18 km, en lo que hoy es Nuevo San Juan Parangaricutiro. Este es uno de los casos más mencionados de reubicación de una población entera, motivado por la inhabitabilidad del sitio. Un hecho dramático semejante a la reubicación obligada de varias poblaciones mazatecas y chinantecas por la construcción de las presas Temascal y Cerro de Oro, en Oaxaca.

Sin embargo, San Juan Parangaricutiro no fue la única población afectada, dos de las más cercanas fueron Angahuan y Zacán, vecinas de San Juan. Ante la caída de cenizas del volcán, las tierras quedaron inutilizables para sembrar y muchas personas huyeron hacia zonas más seguras. A diferencia de San Juan y las poblaciones oaxaqueñas, cuyo retorno fue imposible, los pobladores de Angahuan y Zacán volvieron a sus hogares cuando las condiciones ambientales lo permitieron. Este retorno está impregnado de un trasfondo cultural, es el arraigo a la tierra, a la comunidad y a las costumbres; un tema documentado con las comunidades mazatecas y chinantecas, quienes no pudieron volver a su casa.

Templo de Zacán, Michoacán. Durante el Concurso artístico de la Raza Púrhépecha.

Hace poco pude visitar Zacán, en ocasión del Concurso Artístico de la Raza P’urhépecha, una gran celebración anual en la que se dan cita decenas de comunidades indígenas. Tanto Zacán como Angahuan son hoy pueblos habitados que resistieron un desastre natural y que continúan habitando el sitio de sus antepasados a pesar de haber sido testigos del nacimiento de un volcán.

Sirva esto de comparativo con el reciente caso de desastre ocurrido en Tlahuitoltepec, ¿Es necesaria una reubicación, como en el caso de San Juan Parangaricutiro, o permaneceremos en el sitio, como Angahuan y Zacán? ¿Qué repercusiones tendría en la cultura Ayuujk? Una amiga se hizo las mismas preguntas y escribió el siguiente texto, respondiendo algunas de ellas. Les comparto su reflexión a continuación.

Santa María Tlahuitoltepec (Xaamkëjxp), Oaxaca.

Reubicar nuestros ombligos no es opción
Tajëëw Díaz Robles, Xaamkëjxp, 9 octubre 2010

Cuando especialistas del Instituto Politécnico Nacional y de la Universidad Autónoma Chapingo nos dicen que vivimos en zonas de alto riesgo, y que nuestra primera opción es considerar la reubicación, lo primero que muchos piensan con miedo es que aquí están los esfuerzos de toda una vida, materializados en una casa o en un pedazo de tierra sembrada con maíz, frijol y algunos frutales. Y muchos también pensamos que no podemos considerar reubicar nuestros ombligos.

El ombligo es lo último que nos une a la madre, y aunque el vínculo no es permanente, al cortarse éste nos separamos físicamente para estar juntos de otra manera. En Tlahui nuestros ombligos regresan a la otra madre, a nuestra tierra, nuestra tierra-madre. Mi obligo está en estas tierras y no se puede reubicar. Tampoco se puede reubicar la memoria de los abuelos, la historia de un pueblo, la cercanía al Cempoaltépetl, nuestras historias familiares y comunitarias.

Dicen las abuelas y abuelos que hace más de cincuenta años las lluvias ya habían ocasionado desastres en la comunidad, y que entonces habían salido adelante, respetando el área que correspondía  a los nacimientos de agua y sus cauces y buscando espacios seguros para construir pequeñas casas de adobe. Seguramente entonces no queríamos carreteras a la puerta de la casa, ni baños de agua.  Hasta hace pocos años recuerdo que para lavar ropa había que ir a los pozos de agua, y así el agua seguía su camino, hoy queremos todo en casa. Nuestras casas ya no son pequeñas, ahora necesitamos más espacio, más pisos, para poder vivir “bien”, para vivir cómodamente, necesitamos “pisos firmes” para dejar de ser poblaciones de alta marginación. Y esos son los que la tierra ya no aguantó y dejó de tener fuerza y soltó el peso y nos dejó a nosotros las consecuencias de nuestras acciones.

Todos de alguna forma, en diferentes grados, contribuimos al llamado calentamiento global, y global es porque localmente comenzamos a exceder los límites que la naturaleza nos pone. Hemos sobre-habitado nuestra comunidad y así nos hemos visto en la necesidad de construir dónde los abuelos dejaron espacio al agua.

Para los que decían hace algunos días que aquí no pasaba nada, les decimos que pasa, un pueblo está amenazado, y todos hemos contribuido para que ahora estemos en riesgo de desgajarnos, de que nos trague un alud. Pasa que Tlahuitoltepec está viviendo un episodio difícil en su historia, que esperamos no sea el final. Muchos estamos en la disposición de trabajar en lo que se tenga que hacer para que el pueblo siga en pie, aunque nos digan que el riesgo seguirá aún con las medidas que se tomen. Ahora esperamos que la lluvia sea menos y que falten cada vez menos días de lluvia que amenacen con desaparecer más casas, más historias, más pueblo, más comunidad y esperemos no vidas humanas. Aunque con cada pedazo de tierra que se va, se vaya un poco de lo que ahora nos hace Xaamjää'y.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Los observadores

Del 5 de octubre de 2010

En un momento decisivo en el transcurso del libro ‘Crónicas marcianas’, Ray Bradbury narra en su cuento ‘Los observadores’ cómo los humanos, ya radicados en el planeta Marte, escuchan las noticias telegráficas sobre una guerra que inicia en la Tierra. Ha llegado el momento de cenar pero nadie toca su plato porque todos quieren escuchar o ver hasta la última noticia sobre lo que sucede en aquel planeta, cercano y a la vez lejano. A lo largo del planeta Marte se escuchan las mismas preguntas entre las personas que habitan en él: ¿dónde estarán mis conocidos, qué habrá sido de ellos?

Un episodio semejante ocurrió en estos últimos días, ante las noticias sobre Tlahuitoltepec me sentí parte del cuento de Bradbury. Así como los habitantes de Marte solo observaban al planeta Tierra en el espacio, y extendían la mano para alcanzarlo, no podían más que sólo observar como éste se consumía en llamas. Los que estábamos fuera de Tlahui fuimos Los observadores del cuento, sin conocer lo que ocurría en él.

El cuento de Bradbury finaliza con una escena en la que la gente corre cuesta abajo hacia la tienda de equipajes para abordar los próximos cohetes a la Tierra. Al igual que ellos, nosotros, los observadores, también terminamos volviendo a Tlahui.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Rehilete


Una corriente de aire impulsa el movimiento de las aspas, a mayor velocidad de la corriente, el giro de las aspas también se incrementa. Con este principio se transforma la energía eólica (la del viento) en energía mecánica, y se aplica tanto en los molinos de viento que El Quijote confundiera con gigantes, hasta los molinos que extraen agua de pozos o los gigantescos aerogeneradores de energía eléctrica.


Sin embargo, este principio también tiene aplicaciones lúdicas en el juguete conocido como rehilete. Los hay de formas muy diversas: los fabricados con tres tiras de papel y un lápiz, los hechos con hojas de maíz secas sujetas a una vara, los elaborados con una hoja cuadrada y colores (cuyas instrucciones venían en los libros de texto de primaria), hasta los que venden los globeros, de plástico multicolor y metal; o más variados aún, los que simulan ser patas de correcaminos, alas de guacamayas o pétalos de flores.


Rehiletes coloridos. San Pedro Cholula, Puebla.

Esta última representación es digna de mencionar, ya que no se halla muy alejada de la realidad, pues existen plantas cuyas flores dan la impresión de estar girando, como si fueran rehiletes. El giro aparente en estas flores esta dado por la forma en la que el cáliz y sobre todo la corola (el conjunto de pétalos) de la flor se hallan dispuestos.

A esta característica se le conoce (en términos botánicos) como prefloración contorta, es decir, los pétalos se sobreponen con un lado cubriendo al siguiente y el otro cubierto por el anterior. La apariencia puede además estar complementada con lóbulos irregulares en los pétalos, lo cual también sugiere movimiento. En algunas flores los lóbulos cubren el pétalo anterior, en otras no llegan a tocarse.


Flores de la familia de las Apocináceas

Entre las familias de plantas donde la prefloración contorta es más evidente están las Apocináceas y las Malváceas. Las apocináceas incluyen plantas muy conocidas en el medio rural del sureste mexicano, como el cacalosúchil (cacaloxochitl, ajää’ pijy, nombre científico: Plumeria rubra), planta apreciada en varias comunidades indígenas y campesinas por el olor de sus flores, por lo que ocupa un lugar destacado en varios rituales, en otros contextos se usa como planta ornamental. Entre las malváceas, por otro lado, también hay plantas conocidas, como el algodón (Gossypium hirsutum), la flor de Jamaica (Hibiscus sabdariffa), u ornamentales como el tulipán de la India (Hibiscus rosa-sinensis).

Flores de la familia de las Malváceas

En la mayoría de las plantas con flor, la prefloración no es contorta, sino que presentan diferentes arreglos de pétalos. Y si bien las flores con prefloración contorta no puedan girar con el viento como lo hacen los rehiletes, esta semejanza las hace atractivas visualmente, y en lo particular, me recuerdan este divertido juguete. Hallarse con alguna apocinácea o malvácea en floración es como tener un ramillete de rehiletes.

martes, 10 de agosto de 2010

Xenk

Hace poco pude, finalmente, ver por completo la película “El libro de la selva”, basada en las historias escritas por Rudyard Kipling. En ella, un grupo de animales con los que Mogwli interactúa me resultaron muy graciosos por sus diálogos respecto a la muerte. Me refiero a los buitres, los cuales al cantar sus penas y deseos (así como los de otra película donde también aparecen buitres cantando "Festín celestial"), ponen en claro que para ellos la muerte de otros organismos les permite vivir, ya que ése es su alimento.

En nuestro país no existen buitres, cuyo nombre se aplica a las aves del Viejo mundo; en su lugar, tenemos zopilotes. Es probable que a no muchos les agradan los zopilotes, ya que su apariencia no es la más atractiva entre las aves, además que sus hábitos los ubican en un lugar poco agradable de la cadena alimenticia: el final.


Zopilotes de cabeza negra (Coragyps atratus). Cerca de Laguna Verde, Veracruz.

Los zopilotes se alimentan de los animales que han muerto –carroña–, aunque también pueden consumir animales vivos. Es sabido que cuando observamos zopilotes volando en círculos, muy cerca hay algún animal muerto. A pesar de lo repugnante que pueda parecer, con esto contribuyen a evitar la proliferación de enfermedades que podrían desarrollarse en los animales en descomposición.

Como nunca he sido buen observador de las aves, para mí fue una sorpresa el saber que en México existe más de una especie de zopilote. Los más comunes son el de cabeza roja (Cathartes aura) y el de cabeza negra (Coragyps atratus). Existen otros, menos abundantes como el zopilote rey, de mayor porte y cada vez más escaso y el zopilote de cabeza amarilla, distribuidos en el sur del país. Estas aves son parientes, además, del cóndor californiano y del cóndor andino.

Zopilote de cabeza roja (Cathartes aura) con las alas extendidas. Cerca de Chamela, Jalisco.

Una de las peculiaridades de los zopilotes de cabeza roja es que hallan a los animales muertos por medio de la vista y el olfato, sentido que tienen bien desarrollado, a diferencia de la mayoría de las aves. Por el contrario, el olfato de los zopilotes de cabeza negra no es bueno, por lo que suelen seguir a los de cabeza roja para hallar alimento.

La importancia de los zopilotes es mayor no solo si consideramos la cantidad de organismos que mueren cada día; sino que estos animales además de aparecer en películas, también forman parte de la cultura mexicana, pues existen leyendas en torno a ellos y diferentes creencias en las zonas rurales de México. Son animales que merecen nuestra admiración, a pesar de su aspecto inusual.

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Zopilote es una palabra de origen náhuatl, y Xenk es su nombre en ayuujk. En la cultura Ayuujk los zopilotes aparecen en los mitos de origen, además de creencias relacionadas con las actividades agrícolas y las herramientas de trabajo. En uno de los mitos contados por mi abuela, fue un zopilote el que acarreó lentamente la tierra fértil desde las partes bajas de la sierra hacia las montañas, transportándola entre sus alas y esparciéndola a medida que volaba.

lunes, 31 de mayo de 2010

Orígenes I. Una estela en La Mojarra, Veracruz

En 1986 se descubrió cerca del pueblo La Mojarra, municipio de Alvarado, Veracruz, una estela con uno de los registros escritos más antiguos de Mesoamérica (año 159 dne). Este tipo de escritura fue posteriormente llamada epi-Olmeca o ístmica, debido a que cronológicamente pertenece al último periodo de la cultura olmeca y a que geográficamente se ubica en el Istmo de Tehuantepec.

El desciframiento del texto lo llevaron a cabo John S. Justeson y Terrence Kauffman, quienes publicaron sus primeras conclusiones en 1993, en un artículo titulado A decipherment of epi-Olmec hieroglyphic writing (El desciframiento de la escritura jeroglífica epi-Olmeca) en la revista Science. Estos investigadores utilizaron una reconstrucción de las etapas tempranas de los idiomas actualmente hablados en la región, y propusieron que el idioma en el que estaba escrita la estela es el pre-proto-zoque (la forma más temprana del zoque, un idioma pariente del mixe).

Una sección de la Estela de La Mojarra. Obtenida de Wikipedia

En la estela, de acuerdo con Justeson y Kauffman, se narra la vida del personaje que acompaña el texto, un guerrero-líder llamado en pre-proto-zoque “tukë kotzëk koyumi” o “el señor de la montaña de los cosechadores” (¿quizás podría traducirse en mixe como tujkpë kojpk konk?). Al argumentar que la estela está escrita en un idioma de la familia lingüística mixe-zoque, los investigadores dan soporte a la idea que los olmecas (aquellos que construyeron las cabezas colosales y que son conocidos popularmente como la cultura madre de Mesoamérica), fueron un pueblo hablante de mixe-zoque (o por lo menos en parte).

Esta idea fue planteada por Kauffman desde 1969, con base en la ubicación actual de los pueblos mixe-zoques, que coincide con las regiones donde existen sitios arqueológicos olmecas o epi-olmecas (sur de Veracruz, oeste de Tabasco, noreste de Oaxaca y occidente y sur de Chiapas) y a que ciertas palabras de origen mixe o zoque fueron adoptadas en otros idiomas, como el náhuatl y el maya. Sin embargo, la evidencia arqueológica que confirmara la idea, era muy escasa hasta la aparición de la estela.

Imagen completa de la Estela, el señor de la montaña de los cosechadores según Justeson y Kauffman.

Si bien no todos los expertos en el tema han aceptado la idea que los olmecas fueran hablantes de algún idioma mixe-zoque, e incluso hay quienes afirman que el desciframiento de la estela de La Mojarra fue mal hecho y no corresponde al pre-proto-zoque, cada vez cobra más fuerza esta idea. Por lo tanto, el origen de los pueblos mixes y zoques está ligado al desarrollo de la cultura olmeca, es decir, somos pueblos con una muy profunda y valiosa raíz histórica.

La estela de La Mojarra arribó al Museo de Antropología de Xalapa en 1986. Desafortunadamente, desconozco si está disponible al público, para quienes tengan la oportunidad de visitar esta ciudad y puedan contemplarla, así sea tan solo por el hecho de ser una de las primeras manifestaciones de escritura en Mesoamérica prehispánica.

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La Historia de nuestra cultura, la ayuujk o mixe, es apenas conocida de forma fragmentaria. Con la serie Orígenes, pretendo divulgar los pocos hechos que he hallado al indagar al respecto. Estas son pistas de nuestro pasado, cuya integración aún queda pendiente. Se reciben comentarios.

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Los artículos publicados en revistas internacionales, como la mencionada aquí, no están accesibles de forma gratuita al público. No obstante, si estas interesado en obtener una copia, puedes escribirme al correo del blog.

jueves, 13 de mayo de 2010

Árboles y flores

En una historia contada por una amiga sobre un viaje a cierta ciudad del sureste poblano, narraba el testimonio de un poblador sobre la existencia de un árbol que, a lo largo del año, producía flores de dos colores distintos.

De acuerdo con esta persona, el árbol tenía un periodo en el que las flores eran de color morado y en otro periodo las flores eran rojas. A pesar de la equivocación al considerar a dos árboles semejantes (vistos de lejos) como uno solo, la percepción es acertada al mencionar que las temporadas de floración ocurren en diferentes épocas del año.

Recordé esto porque ahora que estamos en primavera (o lo que llamo la época seca y de calor), en las calles de diferentes ciudades y pueblos de México puede observarse la floración de uno de los árboles causantes de la confusión, el de las flores moradas, mejor conocido como jacaranda (Jacaranda mimosifolia). El otro árbol es el framboyán o tabachín (Delonix regia), cuyas flores son rojas.

Flores de Jacaranda en Morelia, Michoacán

Al seguimiento de los cambios en las plantas a lo largo del año se le conoce como fenología. Cada planta presenta periodos sucesivos, aunque no necesariamente independientes, de producción de hojas, flores, frutos y semillas a lo largo del año. En el caso de las jacarandas, presenciamos ahora el fin de su temporada de floración, mientras que el del framboyán apenas inicia; otras plantas florecen en otoño y algunas más en invierno. Estas variaciones en la fenología de las plantas están relacionadas con las características ambientales de su sitio de origen, que incluyen las variaciones de temperatura e intensidad de las lluvias a lo largo del año, así como la duración del día.

Framboyán cerca de Huimanguillo, Tabasco

La confusión entre estos dos árboles se debe, en parte, a su diferente fenología, pero también podría estar asociada otra estructura semejante, pues las hojas (también vistas de lejos), se parecen. Sin embargo, es necesario mencionar que sí existen plantas que pudieran tener dos flores distintas, aunque, en ese caso no estaríamos hablando de diferencias en color, sino de diferencias en el sexo de la flor.

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Ni la jacaranda ni el framboyán son originarios de México. La jacaranda es un árbol de la selva del Amazonas y el framboyán es de origen africano. Ambas plantas son muy utilizadas en la jardinería urbana y rural de México por la vistosidad de sus flores, por lo que no es raro hallarlas en los camellones, zócalos o en las orillas de caminos. No obstante, la jacaranda tiene el potencial de escaparse de cultivo y crecer como una maleza, como ya ocurre en algunos sitios del país.

lunes, 19 de abril de 2010

Tiene espinas el rosal...

Una de las (dolorosas )experiencias al trabajar con plantas es que en ocasiones, éstas nos agreden. Quien afirme que las plantas no pueden considerarse organismos agresivos, definitivamente nunca se ha metido a un espinal. Y aunque la agresividad sea una cualidad que les otorgamos los humanos, es innegable que ciertas plantas pueden parecer expertas en causar dolor, en especial las que tienen espinas. Si estas palabras no los convencen, siempre está la posibilidad de experimentar por ustedes mismos.

El origen de las espinas es distinto en cada grupo (o familia, hablando botánicamente) de plantas, ya que existen tanto espinas verdaderas como espinas falsas (púas y aguijones). Las verdaderas son aquellas que derivan de alguna parte de la hoja, e incluso las reemplazan en su totalidad. Los magueyes, por ejemplo, tienen espinas en la punta y borde de sus hojas, por lo que éstas eran utilizadas en Mesoamérica precolombina para punzarse orejas y otras partes del cuerpo y así ofrendar la propia sangre a los dioses. En el sureste de Puebla se cuenta que el “asiento de suegra” (Echinocactus platyacanthus, cactus globoso con espinas muy gruesas) era utilizado en la Revolución para que las madres confesaran dónde habían escondido a sus hijas. ¿Cómo?... las sentaban en el cactus. Y en la región alta de la Sierra Mixe, las espinas de una hierba espinosa (Eryngium sp.) son utilizadas como “aliciente” para continuar el camino.

Plantas espinosas de Tlahuitoltepec. Izquierda, arriba: un cactus (Selenicereus). Izquierda, abajo: un maguey (Agave). Derecha: una herbácea (Eryngium)

Otras plantas con espinas verdaderas son ciertas leguminosas, conocidas como acacias, mimosas, zarzas o espinos; en ellas las espinas derivan de estructuras ubicadas en la base de las hojas, conocidas como estípulas. En algunas de estas plantas, como Acacia cornigera y Acacia mayana, se ha desarrollado además una relación con hormigas (para variar, agresivas también) que habitan dentro de sus espinas. Cuando un animal o persona las toca, las hormigas responden al movimiento atacando al individuo que, además de espinado, termina mordido por hormigas.

Plantas del género Acacia, izquierda: Acacia cornigera, derecha: Acacia farnesiana (poop kujp, espino blanco o huizache)

No obstante, las espinas más famosas pertenecen al grupo de las falsas, es decir, no derivan de las hojas. Me refiero a las de las rosas y plantas afines. Estas “espinas” (que en Botánica reciben el nombre de púas) son crecimientos puntiagudos de la cutícula de los tallos, que no mantienen conexión con los tejidos de conducción del interior del tallo, lo que sí hacen las espinas verdaderas. Por esto, es más fácil quitarle las púas a una rosa, que quitárselas a un cactus.

Existe la idea generalizada que las espinas (verdaderas y falsas) protegen a las plantas de ser comidas. La agresión de la que somos objetos, es en realidad una defensa que permite la sobrevivencia de la planta, pues ¿acaso a alguien le agrada espinarse la lengua? La verdad yo no, así que procuremos el no encontrarnos cara a cara (o espina a piel), con una planta espinosa, pues llevamos la de perder.

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Las espinas son tan conspicuas en ciertas plantas que incluso les dan nombre a ellas. Plantas como el huizache o espino blanco, y la zarzamora son conocidas en Ayuujk como poop kujp (Acacia farnesiana) y kujp tsä’äm (Rubus sp.) respectivamente, en los que la palabra kujp significa, literalmente, espina (blanca en el primer caso, y con fruto en el segundo).

Además, también se han utilizado para nombrar el tipo de vegetación en que estas plantas son dominantes. Algunos de los nombres dados por Miranda y Hernández para ciertos matorrales son: Matorral inerme (sin espinas), Matorral espinoso con espinas laterales y Matorral espinoso con espinas terminales; Rzedowski, por otro lado, también incluyó al Bosque espinoso entre los tipos de vegetación de México.

viernes, 19 de marzo de 2010

Malthus y los Mixes

El Ensayo sobre los principios de la población, del inglés Robert Malthus, es conocido como una de las lecturas que le sirvieron a Charles Darwin para su Teoría sobre la evolución biológica. En ese ensayo, Malthus plantea que la población humana tiene un crecimiento de tipo exponencial (los valores se duplican en el mismo intervalo de tiempo describiendo una curva ascendente cuando se grafica), mientras que la producción de alimentos crece geométricamente (los valores aumentan una sola unidad en el mismo intervalo de tiempo describiendo una recta).

El crecimiento de la población humana puede medirse a diferentes escalas, ya sea considerando todo el planeta, sólo un país, un estado, un municipio o incluso una localidad, mientras se tenga un registro histórico del número de habitantes. Malthus utilizó los valores de Inglaterra del S. XVIII para observar las tendencias de crecimiento; nosotros podemos hacer lo mismo para poblaciones más pequeñas, por ejemplo, los municipios de la zona Mixe alta: Mixistlán, Tlahuitoltepec, Tamazulapan, Ayutla, Tepuxtepec y Tepantlali.

Cabecera municipal de Tlahuitoltepec-Xaamkëjxp. Este municipio es el más poblado de la zona Mixe alta, en los últimos 15 años su población se incrementó en 2000 habitantes

Las variaciones en la población (número de habitantes) de México son registradas por el INEGI en los Censos de cada 10 años, y a partir de 1995, en los Conteos de población. El registro más viejo que obtuve para estos municipios data de 1930, con lo que se tienen 75 años para observar las tendencias de crecimiento poblacional. Los valores de población de los municipios mencionados se ajustaron a curvas exponenciales por municipio, utilizando además el valor de R2, el cual entre más cercano sea a 1, indica que los datos se asemejan más a un crecimiento exponencial.

¿Qué se obtuvo realizando este ajuste? Resultó que en el caso de los municipios más poblados, el ajuste es muy bueno, con valores muy próximos a 1: R2=0.96 para Tlahuitoltepec y R2=0.94 para Tamazulapan. En el resto de los municipios el ajuste es menor: R2= 0.85 para Mixistlán, R2=0.80 para Ayutla, R2=0.78 para Tepantlali y R2=0.72 para Tepuxtepec. Esto quiere decir que Tlahuitoltepec y Tamazulapan tienen un crecimiento muy cercano al exponencial, mientras que en el resto de los municipios la tendencia es menos marcada.

Curvas de crecimiento de los municipios de la zona Mixe alta. Los puntos corresponden al número de habitantes por año y las líneas a la curva exponencial

Al contrastar ambos tipos de crecimiento (el poblacional y el de los alimentos), la conclusión de Malthus fue que en algún momento habría escasez de alimentos pues la demanda sería superior a lo que se produce. Sin embargo, su predicción fue errónea pues la Revolución Industrial incrementó la producción de alimentos en su época, mientras que otros factores atenuaron el crecimiento exponencial de la población europea.

En el caso de la zona Mixe alta, no existen datos de producción de alimentos para poder contrastarlos, y si bien es evidente que existen tendencias de crecimiento poblacional de tipo exponencial, no quiere decir que en el futuro estas tendencias se mantengan, pues existe muchos factores que intervienen en las tasas de crecimiento (entre ellas la migración). No obstante, es necesario recalcar que los municipios mixes sí crecen, y que esto podría traer consecuencias de índole ambiental, económica, social e incluso cultural.

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Además de funcionar como modelo de ajuste a los datos, la función exponencial puede extrapolarse y así obtener una predicción de la población futura para cada municipio. Con base en esta línea de tendencia, y el error estimado para cada municipio, podría esperarse en el 2010 una población de 9266±491 habitantes en Tlahuitoltepec, 7704±550 para Tamazulapan, 5373±679 para Ayutla, 3443±557 para Tepuxtepec, 2537±367 para Tepantlali y 2934±335 para Mixistlán.

En este año, el INEGI realizará el XIII Censo de Población y Vivienda, cuyos resultados se publicarán seguramente el próximo año, sabremos entonces si la tendencia de crecimiento exponencial continúa o si están empezando a notarse que estos municipios llegan a su capacidad de carga (aunque sinceramente, no lo creo).

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Los datos de los censos y conteos poblacionales más recientes pueden consultarse en la página web del INEGI, que además incluye información detallada por estado, municipio y localidad. Datos anteriores pueden obtenerse en las oficinas regionales de cada estado.

martes, 9 de marzo de 2010

Nëwey

Cuando estuve por primera vez en Morelia no me había percatado de un hecho que hasta ahora llamó mi atención: en el camino diario que hago hacia el Centro de investigación donde estudio, atravieso varios arroyos. Y es que en la ciudad de Morelia existen numerosos de ellos, aunque no siempre son visibles y nadie los recuerda hasta la temporada de lluvias. Sin embargo, siguen allí y prueba de ello son los sauces que los acompañan (que son visibles independientemente de la época del año), y en esta ciudad tan carente de áreas verdes (defecto común a varias ciudades mexicanas), le proporcionan cierto verdor y contraste con las crecientes edificaciones.

Follaje de un sauce a orillas del río Tonto. Cerca de Tuxtepec, Oaxaca

Los sauces (Salix humboldtiana) son elementos típicos del denominado Bosque de galería o Vegetación riparia (y ahí vamos con la variedad de nombres). Ambos nombres hacen referencia a que esos árboles acompañan algún curso de agua, pues no cualquier planta puede crecer en ambientes donde el suelo está permanentemente húmedo. Además, dentro de los árboles de este bosque, los sauces son de los más resistentes a ciertos grados de contaminación (y si no me creen, échenle un ojo a como está el agua de los arroyos).

Pero estos no son los únicos árboles que conforman el bosque de galería, el cual puede variar a lo largo de nuestra república. En los bosques de galería también crecen las gigantescas hayas (Platanus mexicana), los frondosos ahuehuetes (Taxodium mucronatum), además de amates (Ficus), fresnos (Fraxinus uhdei), palos de águila (Alnus acuminata) y varios más.

Bosque de galería compuesto de hayas, junto al río. Ejido Tulimán, Zacatlán, Puebla.

Y así como en Morelia los sauces revelan que los arroyos siguen allí, en cualquier paisaje rural o urbano donde existan los árboles mencionados seguramente habrá agua, ya que es conocido que tanto pueblos como ciudades fueron fundados porque junto a ellos habían arroyos. Habría entonces que buscar el arroyo más próximo o la barranca más cercana para comprobar que allí siguen los sauces.

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Salix humboldtiana es el nombre científico para la planta que en Ayuujk llamamos Nëwey, y que en español se conoce como sauce. El nombre ayuujk indica su estrecha relación con el agua, ya que el prefijo në- deriva (quiero suponer) de la palabra nëëj, que significa agua. El nombre del ahuehuete (Taxodium mucronatum) tiene un origen semejante, aunque del náhuatl ahuehuetl, en el que el prefijo a- deriva de atl, que también significa agua.

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Una descripción detallada del sauce, el fresno, el palo de águila y la haya puede hallarse en la página web de la CONABIO sobre Árboles y arbustos nativos potencialmente valiosos para la restauración ecológica y la reforestación.


martes, 2 de marzo de 2010

Sobre bosques, selvas (y montañas)...

Para varios pueblos de Europa los bosques eran sitios tenebrosos, hogar de criaturas fantásticas y peligrosas que incluían, entre otros, al lobo de Caperucita Roja. Para los antiguos romanos, silva, la selva, era la palabra para designar una región salvaje, poblada por densas arboledas. Hoy, bosques y selvas nos traen a la mente lugares llenos de árboles; aunque, como todos saben, no es lo mismo el bosque de la ya citada Caperucita Roja, a la selva de Tarzán.

Entonces, ¿qué diferencia hay entre un bosque y una selva, además del nombre? De forma general, se habla de diferencias en la composición y la dominancia de árboles; la composición se refiere a cuántos tipos (especies) de árboles hay, y la dominancia a cuántos hay de cada uno. Si hay pocas especies, aunque muchas de cada una, estamos ante un bosque. En cambio, si hay muchas especies, pero pocas de cada una, estamos ante una selva.

Bosque de encino. Casas Grandes, Chihuahua
Hasta aquí no hay mucho problema, si nos ponemos a examinar cuántos y qué tipo de árboles hay, podríamos definir si estamos ante un bosque o una selva. Por ejemplo, un bosque muy común en México es el de pino, que como su nombre lo indica se compone casi exclusivamente de pinos. Pero las cosas se complican cuando queremos saber con detalle ante qué tipo de bosque o selva estamos. Es entonces que hay que recurrir a las clasificaciones de los tipos de vegetación de México; y allí está el problema, pues no existe aún un consenso entre los botánicos sobre qué sistema utilizar, lo cual nos remite nuevamente a las diferencias entre bosques y selvas.

Este disenso se da particularmente con las selvas ya que, por ejemplo, el tipo de vegetación de las zonas subhúmedas del país es denominado alternativamente (según los dos sistemas de clasificación más conocidos de México) Selva baja caducifolia (Miranda y Hernández) y Bosque tropical caducifolio (Rzedowski). ¿Y entonces, es un bosque o es una selva? Pues las dos cosas, ya que cada autor utiliza criterios distintos para nombrar este tipo de vegetación. En el caso del segundo autor, todas las zonas forestales de México resultan ser bosques, siendo algunos Bosques templados (los bosques, bosques) y otros Bosques tropicales (las selvas).


Selva. Misol-ha, Chiapas
Así pues, los criterios para nombrar de forma específica el tipo de bosque o selva pueden cambiar, pero los criterios generales (de composición y dominancia) sí aplican, ya que Caperucita Roja no se encontrará al lobo en una selva (se moriría de calor con su caperuza) ni Tarzán puede columpiarse en las lianas de un bosque (porque simplemente, no hay).

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“… siendo los montes seguidos unos tras otros tenían en barrancas profundas sus habitaciones, entre selvas que sacude el viento, y entre arroyos que se precipitan en raudales…” Sobre los Mixes. Fray Francisco de Burgoa, S. XVII. Geografica descripción…
En el idioma ayuujk la palabra más cercana para designar a una asociación de árboles, independientemente de si es una selva o un bosque, es yukp (de la cual deriva el nombre de este blog). Sin embargo, esta palabra se utiliza en un sentido más amplio, puesto que se correlaciona al bosque (o selva, ya que no hay diferencias entre ambos) con el lugar donde se desarrolla; y en la sierra lo más común, si no es que siempre, es que sea en las montañas. Donde hay montañas, hay bosque, y donde hay bosque hay montañas. Por esta razón, yukp también quiere decir montaña, monte o cerro. De allí que la montaña principal de la Sierra Mixe reciba el nombre de II’pxyukp (II’px=veinte), o Cempoaltepetl (en náhuatl); y el Ayuujk sea el Idioma del bosque, de la selva o de las montañas.

La equivalencia entre montañas y bosques-selvas parece no ser exclusiva del ayuujk, pues varias comunidades campesinas de México, que no exclusivamente indígenas, denominan “monte” a los bosques y selvas. Es el caso de las comunidades de la costa occidental de Jalisco, donde se diferencia entre monte alto y monte bajo en función de la altura y edad de la selva. ¿A qué se debe esto? Podría ser una convergencia lingüística debido al modo de vida o quizás la persistencia de un término común a varias lenguas indígenas que ha permeado y se ha mantenido en el español. En fin, uno nunca sabe.

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Los tipos de Vegetación de México, de Jerzy Rzedoswski, puede consultarse en la página de la Comisión Nacional Para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad. Los tipos de vegetación de México y su clasificación es de Faustino Miranda y Efraím Hernández Xolocotzi estaba disponible en la página de la Sociedad Botánica de México, pero al parecer han desactivado el enlace.