lunes, 5 de septiembre de 2011

El cine y el mar


Hace aproximademente un año conocí el Festival de Cine y Video Indígena que se realiza en la ciudad de Morelia, Michoacán. De entre las variadas proyecciones del festival, quedaron en mi memoria las imágenes de “El camino a donde voy”, un documental que entre sus historias relata cómo una pareja de ancianos mayas de Sotuta, Yucatán cumplían su sueño: conocer el mar.

Al igual que los ancianos de la película, para muchas personas el mar es algo que sabemos que existe, pero que nunca hemos visto. Lo mismo pasa con las comunidades indígenas de nuestro país, seamos indígenas o no, hemos oído que viven, pero no sabemos cómo lo hacen, si se parecen a nosotros, si tienen las mismas preocupaciones, si les gustan las mismas cosas, o si viven su vida –campesina o urbana- de la misma manera en la que uno lo hace.

Tres de los videos del Festival llamaron mi atención por ser de Oaxaca, y que además son relatados desde el interior de los pueblos. “El rebozo de mi madre” muestra la visión de una cineasta que salió de su pueblo cuando era niña, y a través de la pregunta ¿cómo sería mi vida si no me hubiera ido? narra episodios actuales de la vida en la Mixteca oaxaqueña. Por otro lado, “Jotooky Pëtsëëmpë, Jaraneros Mixes de Guichicovi” se acerca a los músicos que tocan instrumentos de cuerda, en este municipio del Mixe Bajo, para documentar su historia y mostrarnos, a nosotros los de fuera y a ellos los de dentro, cómo este tipo de música se relaciona con la vida del pueblo. Finalmente, “Me parezco tanto a ti” filmada en un pueblo zapoteco de la Sierra Norte, se acerca de manera fascinante a las mujeres de Guelatao, adolescentes y ancianas, para contarnos su vida, sus aspiraciones, sueños y experiencias; este cortometraje recibió el premio Universitario del Festival.

Si bien cualquier película sólo nos muestra la visión del director sobre la idea que quiere transmitir, creo que estos espacios contribuyen a que aquellos que esten interesados en conocer las realidades indígenas lo puedan hacer. Y aún más, para que los pueblos se vean reflejados en una pantalla y puedan conocer al resto de los pueblos; lo cual es mejor cuando el video es utilizado no sólo para documentar desde fuera, sino desde el interior.

En uno de los documentales del festival un joven teenek dijo que él quería salir y conocer otros lugares, para ver si hacen las cosas como en su pueblo, si tienen las mismas celebraciones o las mismas danzas; para preguntarles por qué lo hacen, así como cuando a él le preguntan sobre su vida y sus actividades en su pueblo. Independientemente del lugar o la cultura a la que pertenezcamos, todos tenemos sueños, y el cine y el video nos permiten conocer los de otros. Y quién sabe, tal vez cuando los cumplamos, así como declaraban los ancianos mayas de Sotuta después de conocer el mar, podamos morir en paz.

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