miércoles, 26 de diciembre de 2012

Chamizo de navidad


La navidad de nuestros tiempos es una tradición que ha incorporado plantas y animales de origen diverso. De tierras mexicanas por ejemplo, se sumaron la flor de nochebuena y  el guajolote, mientras que de tierras europeas llegaron los nacimientos y el ya popular árbol de navidad. Si bien esta celebración se extiende por todo México, no se reproduce de igual forma en las zonas urbanas que en las rurales, ya que en las ciudades es común hallar típicos árboles de navidad con luces de colores y esferas, mientras que en otros sitios los nacimientos carecen de estos “típicos” árboles.

En las frías tierras europeas de donde vino la tradición de adornar un árbol en navidad, los árboles que dominan el paisaje son las coníferas, plantas que no tienen flores y cuyas semillas se producen en un cono (de allí que se llame conífera-la que lleva un cono). Éstos son los típicos árboles de navidad, que en México tienen su equivalente en los abetos y oyameles, los pinos, cedros blancos, ayacahuites y otros más que se comercializan en estas fechas. La diferencia entre México y Europa es que nos encontramos mucho más al sur, dentro de la franja intertropical y que por tanto, tenemos una gran cantidad de árboles tropicales en comparación con la cantidad de coníferas, que son árboles de clima templado (con sus excepciones).

Pinus en la Sierra Mixe, Oaxaca
Pero no hay que entender con esto que en México no hay coníferas. Al contrario, gracias a las altas montañas y mesetas, México es de los países que tiene más especies del género Pinus (pinos, ayacahuites, ocotes). Y los hay desde el nivel del mar (pino de mar) hasta las zonas alpinas (Pinus hartwegii). Esto garantiza un abasto de árboles para las fechas decembrinas, pues existen condiciones ambientales y de suelo para que puedan sembrarse los típicos árboles de navidad.

Si bien esto es cierto para las zonas urbanas, a las cuales se pueden llevar árboles de navidad con la perfecta forma cónica, no ocurre así para las comunidades rurales alejadas de las redes de distribución de los árboles típicos, e incluso para aquellas que se hallen rodeadas de bosque es posible que no haya árboles apropiados para colocar el nacimiento. Imagine, por ejemplo, una comunidad del estado de Yucatán que vive en medio de una selva seca ¿de dónde obtendrán un árbol para navidad?

En algunas comunidades optarán por un árbol de plástico, común en estos tiempos, o si viven en zonas templadas tal vez decidan incursionar en el bosque que, como hemos dicho, se halla lleno de pinos. Pero oh decepción, resulta que si bien en México hay una gran cantidad de pinos, no todos tienen la misma forma. Parte de la riqueza biológica estriba en que no todas las especies de Pinus se parecen, especialmente en la forma. Los hay con tallo recto o retorcido, con acículas (hojas) cortas o muy largas, con forma cónica, ovalada o irregular. Y así, entre una u otra cosa, no todos cumplen con los requisitos para ser un cónico árbol de navidad.

Pinus más navideños en la Sierra Madre Occidental, Chihuahua

Es entonces que se recurre al ingenio: si quiero un árbol para navidad y que adorne el nacimiento, tomaré a la mano lo que haya en el bosque, sólo se necesita ver más allá de lo común. De ahí que un amigo contara alguna vez que vio adornado una planta de plátano de navidad; por mi parte, he visto numerosos y variados arbustos de navidad, espinos blancos de navidad (Acacia farnesiana), ocotes de navidad, duraznos y tejocotes de navidad y por supuesto, chamizos (Baccharis conferta) de navidad. Es la diversidad arbórea de la navidad.

martes, 13 de noviembre de 2012

Amarillo noviembre


¿No les ha pasado? Salen al campo a buscar tsenpe’ex, la ven de lejos y cuando se acercan, descubren que no es tsenpe’ex, sino ut. Aunque con un buen ojo a lo lejos se distingue una de otra, y es obvio que tiene uno que estar buscando tsenpe’ex, porque si así no fuera ¿por qué la confusión?

La anécdota es real, tsenpe’ex y ut son los nombres en mixe para dos plantas que florecen alrededor de noviembre. Las dos son silvestres, son vistosas y son amarillas. Sucede que en la parte alta de la Sierra Mixe la flor principal para adornar los altares del Día de muertos no es la “típica” cempasúchil. Y digo que no es la típica porque sí son cempasúchil, pero no la flor grande que se comercia en los mercados (Tagetes erecta), sino unas plantas silvestres emparentadas con ella, que huelen igual y son del mismo color, pero que son mucho más pequeñas (Tagetes lunulata y Tagetes tenuifolia).

Como estas cempasúchil o tsenpe’ex son silvestres, hay que ir a buscarlas a los campos de cultivo en días previos al 2 de noviembre para tenerlas listas para el altar. Por ello de lejos se buscan los manchones amarillos en el campo, y allí surge la confusión pues en las mismas fechas florece la flor llamada ut (Tithonia tubaeformis), que también crece en los campos de cultivo. Y no sólo son estas dos, también hay otras hierbas con flores amarillas que de lejos parecen tsenpe’ex, hasta que se acerca uno y descubre desilusionado que no lo son, y que por ello debe uno seguir buscando un poco (o un mucho) más allá.

Altar de muertos con tsenpe'x. Tlahuitoltepec Mixe. 

Tenemos entonces un ejemplo de sincronización de la floración en plantas que comparten un atributo, que en este caso es el color amarillo de las flores. No es la única, hace poco también ocurrió una sincronización de plantas cuyo común denominador es el tener flores rojas: había tigridias, frijoles, dalias y platanillos floreciendo al mismo tiempo. La inferencia de ello es que podría existir una asociación entre la temporada del año y el color dominante de las flores. ¿Será así?

La floración es una etapa en la vida de las plantas, quizás la más vistosa, que responde a cambios en el ambiente. Para algunas plantas es la disponibilidad de agua, para otras la luz, la temperatura o todas las anteriores; en resumen, la floración no ocurre de la misma forma en todas las plantas. Así que busqué si existía algún estudio serio que intentase responder la pregunta anterior, y no encontré nada. Es más, sólo recuerdo haber leído hace un tiempo una investigación hecha en Europa cuyos resultados indicaban que efectivamente, el color es independiente del tiempo y que en una misma temporada se pueden encontrar flores rojas, amarillas, moradas, blancas, etc. Si acaso, existen estudios de sincronización en dos plantas, como nuestro binomio tsenpe’ex-ut, pero no exploran el resto de las plantas que conforman el sistema. Entonces la sincronización existe, pero no va más allá de unas cuantas especies a la vez.

Flores de la sierra mixe.

Y así es, si uno se acerca un poco más, puede ver que debajo de la flores amarillas hay flores de todos los colores que, o bien inician su temporada de floración o la van terminando. Lo que genera la sensación de ver sólo flores amarillas por todos lados es una cuestión de cantidad. Plantas como tsenpe’x y ut son numerosas (ut es grande, además) y por ello opacan al resto de las plantas cuyas diminutas flores apenas si se hacen notar. Nuestros ojos, así como los de los polinizadores de estas plantas, son atraídos por lo más llamativo. Y no es para quejarse, gracias a estas explosiones de color, los noviembres son los meses más amarillos.

lunes, 13 de agosto de 2012

El mito del mundo prístino


Los relatos sobre los paisajes de México después de la Conquista, ya sea de viajeros europeos o novohispanos, no son ordinarios. Francisco de Burgoa, quien visitó la Sierra Mixe de Oaxaca alrededor de 1650 escribió: …son tan seguidos los países que envidiaba yo visitando aquellas casas, un gran pintor que efigiase lo hermoso de tantos vistosos prados entre devanados cristales que bañando presurosos los frondosos troncos, y obstinados peñascos de las sombras oscuras que hacen las quebradas en lo lóbrego, y pavoroso de sus toldos forman coros sonoros de pájaros, y aves ermitañas que como Sirenas de la tierra, provocan a la diversión, y convidan al peligro de sus sendas…

Existen narraciones semejantes a lo largo del continente, y varias de ellas con la visión de lugares paradisíacos. En términos ecológicos, estas descripciones equivaldrían a ecosistemas conservados y una gran cobertura forestal, muy superior a la actual. Inmersos en esta visión, se hallan los grupos indígenas, asociados a bosques y selvas casi primarios como parte del mito del “buen salvaje”. La creencia común es que el cambio y la degradación de los ecosistemas del país inició con la llegada de los europeos. Sin embargo, dichas creencias han sido puestas en duda, y no tan recientemente; hay evidencias que indican que los ecosistemas del país han sido fuertemente transformados, incluso antes que llegaran los españoles.

William M. Denevan (1992) llamó a estas ideas, ‘the pristine myth’ o el mito del mundo prístino. Su planteamiento básico es que existen pruebas de que en 1492, cuando los europeos llegaron al continente, lo que vieron era más bien un paisaje humanizado. El principal argumento de Denevan es el tamaño de la población humana al momento del contacto entre mundos, y entre los indígenas era muy grande. Pero también menciona otros argumentos: ecosistemas actuales que muestran huellas de actividad humana en composición de especies, manejo del fuego y erosión; así como numerosas huellas de construcción, asentamientos, montículos y caminos.

Paisaje humanizado, Sierra Mixe, Oaxaca.

La idea de Denevan es que el paisaje en 1492 reflejaba no sólo el uso de los últimos años, sino también el intenso uso de los recursos en los siglos anteriores. Y ejemplos de la no siempre buena relación entre los pueblos indígenas y su ambiente hay varios: un factor importante en la caída de Teotihuacan y las ciudades mayas fue la deforestación y la degradación de sus ecosistemas, las migraciones nahuas del Valle de México a Guerrero fueron causadas por la hambruna, el aumento de asentamientos purhépechas incrementó la erosión en el Lago de Pátzcuaro, y la Matrícula de tributos de los aztecas enlista una impresionante cantidad de pieles y plumas que sus tributarios debían entregar.

¿Por qué entonces las descripciones remiten a otro tipo de paisaje, a un mundo prístino? La razón parece estar en el drástico descenso en la población indígena después de la Conquista. Denevan sugiere que ésta se redujo hasta en un 90% en los primeros 100 años, principalmente debido a las enfermedades contagiosas traídas a América, en especial la viruela. Y no sólo ocurrió en los grandes centros de población; de acuerdo con los cálculos de John K. Chance en la provincia virreinal de Villa Alta, a la cual pertenecía la Sierra Mixe, la población indígena se redujo en 94% en los primeros 50 años posteriores al contacto, y no volvió a recuperar su tamaño poblacional hasta el siglo XX.

Paisaje humanizado, Michoacán.

Es cierto que no existe necesariamente una relación causal entre el tamaño de la población y la conservación de los ecosistemas, pero es evidente que un descenso tan abrupto en la población indígena debió incidir en el paisaje. Durante la Colonia, varias poblaciones desaparecieron y una gran superficie de cultivo fue abandonada, lo que permitió la regeneración del paisaje y el aumento en la superficie forestal. Estos ecosistemas “recuperados” fueron los que los cronistas describieron, y permanecieron así mientras la población humana fue recuperándose. Sólo después de la Independencia, la degradación de los ecosistemas volvió a incrementarse.

Sin embargo, el que el paisaje prehispánico fuera humanizado no quiere decir que no existieran zonas conservadas, o que su manejo no fuera sustentable. Denevan no indaga si los grupos indígenas viven o no en armonía con la naturaleza, sino si los ecosistemas fueron transformados o no antes de la Colonia. Las prácticas de manejo varían en cada grupo indígena, en ocasiones son más sustentables, en ocasiones no. Pero el planteamiento de Denevan genera más preguntas de índole ecológica (¿son ecosistemas primarios los bosques y selvas mexicanos, o son el producto de un manejo antiguo, cuáles son primarios y cuáles no?), y de manejo y conservación (¿la conservación en zonas indígenas está relacionada con el tamaño poblacional, las zonas boscosas persisten sólo por la drástica disminución de la población o por las adecuadas prácticas de manejo?). Hoy que hemos rebasado por mucho la población humana que alguna vez haya existido en el territorio, no existe una única respuesta. Lo que sí es que no existió un mundo prístino de ecosistemas conservados, un paraíso, ni siquiera en los pueblos indígenas, los “buenos salvajes”.

< - < - < - < - < - > - > - > - > - >

El texto de William M. Denevan se puede encontrar en inglés en la siguiente liga: ‘The pristine myth: thelandscape of the Americas in 1492’. Las otras referencias son libros: Francisco de Burgoa, Geographica descripcion; John K. Chance, La conquista de la Sierra.    

jueves, 26 de abril de 2012

Orígenes III. Los hijos del maíz, los Mokaya


-Ëy ëjts n’uk mëëtët, nëmp ja pu’ts moojk ojts wyä’äny.
-Yo iré con el hombre, dijo el maíz amarillo. (Cuento mixe).

Antes que los habitantes de La Mojarra escribieran en una estela la historia de uno de sus líderes, antes que en Mesoamérica se hiciera común el registro de los días mediante puntos y barras, que los olmecas construyeran San Lorenzo y La Venta, que los zoques edificaran Chiapa de Corzo, y mucho antes que los mixes se dispersaran alrededor del Cempoaltépetl, existieron en el Soconusco los Mokaya. Los mokaya fueron una cultura que vivió en un tiempo de recolectores y cazadores, el tiempo en el que las sociedades igualitarias se convirtieron en sociedades estratificadas, agricultoras y sedentarias.

Mokaya es el término que el arqueólogo John Clark acuñó para designar una cultura que habitó hace unos 4000 años en la región de Mazatán, en lo que hoy es el Soconusco. Este término deriva de los idiomas mixe-zoques y significa “gente del maíz”, en el mixe actual mojkjää’y (moojk=maíz, jää’y=gente). Clark propuso utilizar este nombre ya que se infiere que los mokaya hablaron un idioma de la familia mixe-zoque, posiblemente el idioma antecesor de las lenguas actuales. Además, el nombre se sustenta en la idea de que este grupo humano fue de los primeros en basar su vida en el cultivo del maíz, o como afirma Clark, fueron “los primeros agricultores sedentarios de Mesoamérica”.

Pero vayamos por partes; los mokaya practicaban plenamente el cultivo del maíz, pero no fueron quienes domesticaron esta planta. Este proceso había iniciado 4000 años antes y la forma y el sitio en el cual ocurrió es aún motivo de controversia. Dos son las ideas que explican la domesticación del maíz a partir del teosintle, basadas sobre todo en sus características genéticas. La primera es la teoría unicéntrica que postula que la domesticación ocurrió en la cuenca alta del Río Balsas y de allí se extendió al resto de México. La segunda es la teoría multicéntrica, que propone fueron varios los sitios donde, de forma más o menos simultánea, se domesticó el maíz. Esta teoría recibe apoyo de más genetistas, quienes proponen como centros de domesticación las siguientes áreas: la Mesa Central, la cuenca alta del Río Balsas en los alrededores de Morelos, la zona centro norte de Oaxaca, los límites entre Oaxaca y Chiapas y las tierras altas de Guatemala.

Cultivo de maíz en laderas de la Sierra Mixe

Las evidencias arqueológicas al respecto son escasas, pero sugieren que el maíz se domesticó hace unos 8000 a 7000 años; por lo tanto, llevaba mucho tiempo como planta cultivada cuando los mokaya empezaron a sembrarla. De hecho, la hipótesis de John Clark es que el cultivo del maíz fue introducido de otras tierras y consumido sólo en forma de bebidas rituales, en ocasiones acompañadas de cacao, ya que en sus inicios el maíz no era parte esencial de la dieta basada en la caza y pesca de los ríos aledaños. La paulatina integración y generalización del cultivo de maíz entre los mokaya estuvo acompañada de cambios políticos y sociales en las sencillas sociedades igualitarias y dieron paso a la formación de pequeños cacicazgos, que cambiaron e influyeron en el modo de vida de la región.

Uno de los sitios arqueológicos adjudicados a los mokaya es Paso de la Amada, en Mazatán, Chiapas. En este lugar se han hallado restos de olotes y granos de maíz, y la evidencia más antigua de presencia de teobromina, el compuesto químico característico del cacao. Por varios siglos, el sitio floreció con varias edificaciones y con, hasta ahora, el juego de pelota más antiguo de Mesoamérica. Asimismo, se ha propuesto que un grupo mokaya de la costa del Pacífico se trasladó a la planicie costera del Golfo, iniciando así la cultura Olmeca, posiblemente la primera sociedad multicultural de estas tierras.

El maíz en la cosmovisión ayuujk. Mural enTlahuitoltepec.

Con el tiempo, los mokaya perdieron poder ante gente llegada de la zona del Golfo, que hablaba un idioma semejante. Siglos después de influenciar a los olmecas, los olmecas terminaron modificando el modo de vida de los mokaya y, después de un tiempo, ellos dejaron de existir, mientras se consolidaban otras culturas mixe-zoques en Izapa, Chiapa de Corzo, la costa pacífica de Chiapas y otros pueblos olmecas habitantes del Golfo, además de los antecesores de los actuales pueblos mixes y zoques. Los mokaya de Paso de la Amada se mudaron a otras poblaciones, y el sitio fue abandonado, no sin antes haber legado al resto de los pueblos el cultivo y la deificación del maíz.

< < < < < < > > > > > > 

Algunas de las ideas de John Clark sobre la historia de los mokaya puede leerse en este enlace y en este otro. El hallazgo de teobromina se describe detalladamente en esta publicación.

miércoles, 11 de abril de 2012

La cobija de cuadros


Ese día, cuando Nils Holgersson levantó el vuelo por primera vez sentado sobre el ganso doméstico que acompañaría a los otros gansos salvajes en su viaje por Suecia, lo único que vio hacia abajo fueron cuadros, muchos cuadros y líneas de colores que unidos unos a otros semejaban un mantel o una gigantesca cobija de cuadros. Así inicia la travesía en “El maravilloso viaje de Nils Holgersonn”, un libro sobre un niño convertido en duende, que puede hablar con los animales y que sigue la migración de los patos silvestres hacia el norte de Suecia, conociendo desde el aire su país, sus bosques, campos, ciudades y pueblos.

Quién como Nils para poder viajar a través de tu región o país montado en un ganso, o una golondrina, o cualquier animal que vuele. Conozco personas que han hecho viajes de este tipo caminando o viajando en vehículos, pero desde el aire las cosas deben ser distintas. Nuestros tiempos modernos permiten tener algo ligeramente similar, y ya no es necesario imaginar tu patio o los campos y montañas de alrededor; mediante el software Google Earth, de forma gratuita podemos acceder a la vista de nuestro país desde las alturas. Y vaya que se pueden encontrar cosas interesantes: líneas, círculos, polígonos, colores, tu casa, mi casa, las barrancas, los lagos, las islas y todo lo que se pueda ver desde el aire; y he aquí unos ejemplos de México.

1. Los techos azules, verdes y blancos de los invernaderos de Tangancícuaro, Michoacán, y el contraste con el color del suelo y los cultivos.


2. Los cerros y ríos de la Sierra Sur de Oaxaca, cerca de los pueblos conocidos como Coatlanes.


3. La zona arqueológica de Cantona, Puebla, con sus pirámides y los cuadros de lo que fueron las bases de las casas y patios de esta ciudad prehispánica.


4. Las barrancas del volcán La Malinche, y cómo se extienden cual si fueran ramas de un árbol gigantesco bajo las laderas cultivadas cerca de San Miguel Canoa, Puebla.


5. Las decenas de islas de formas variadas que se crearon cuando se construyó la presa Miguel Alemán, cerca de Tuxtepec, Oaxaca, islas que anteriormente fueron cimas de cerros.




Evidentemente, nada podría superar un viaje como el de Nils; el libro que relata sus aventuras fue escrito por Selma Lagerlöff, escritora sueca que fue la primera mujer en recibir el premio Nobel de Literatura en 1909. Se dice que el libro lo escribió por encargo de las autoridades educativas de Suecia para enseñar a los niños la geografía de su país. El resultado es más que sorprendente y disfrutable, Nils aprende sobre la geografía, la cultura, las leyendas y las costumbres de los lugares que visita. En México aún no tenemos un libro equivalente, ¿alguien se anima a escribir uno?

viernes, 2 de marzo de 2012

Las jícaras de agua


Así contaban los abuelos de mis abuelos, que había llegado el día en el que los ancianos creadores y dadores de vida habían llamado a los bosques y a las selvas para hacer el reparto del agua que celosamente guardaban en un cántaro de barro. La primera en acudir fue la selva seca, mas no quiso pasar inmediatamente a ver a los ancianos, pues había decidido esperar a su amigo el desierto, el cual vivía muy lejos del lugar de reunión.

La primera en pasar entonces fue la selva húmeda; los ancianos tomaron una gran jícara, la llenaron de agua y se la entregaron. La selva húmeda se mostró feliz y agradecida y volvió con su jícara a las planicies y cañadas del sur, donde creció alta y vigorosa, y se llenó de aves y muchos otros animales que colmaron de algarabía el silencio de la selva. El siguiente en pasar fue el bosque de niebla, y a él también le otorgaron una jícara rebosante de agua. El bosque salió agradecido y volvió a las altas montañas del oriente donde habitaba, se cubrió de una blanca y fría sábana de nubes y ante él acudieron las aves del más bello plumaje que haya existido en el mundo.

-Es tu turno, dijeron los hermanos, el bosque de pino y el de encino. Pero la selva aún no quiso pasar pues su amigo no llegaba, así que volvió a ceder su lugar ante los hermanos, que pasaron juntos. A esas alturas los ancianos se habían percatado que el agua restante en el cántaro no sería suficiente para todos. -No importa- dijeron los hermanos, -pueden darnos una jícara para ambos, nosotros la compartiremos-. Los ancianos estuvieron de acuerdo y llenaron una sola jícara y se la dieron a los hermanos. Ellos volvieron a las tierras frías y altas en las que vivían, y desde entonces, en todo momento se les encuentra juntos. Osos, lobos, venados y otros animales que gustan del viento frío los acompañaron y poblaron sus montañas.


Finalmente había llegado el desierto, así que la selva seca se presentó con él ante los ancianos. Ellos estaban preocupados, habían sido muy dadivosos al principio pero ahora veían que sólo restaba agua suficiente para una jícara más, y decidieron que sería para la selva seca por haber sido la primera en acudir. –No-, dijo la selva, -denme media jícara y el resto será para el desierto. –Si así lo quieres- contestaron los ancianos, y repartieron el agua restante en dos jícaras. El desierto se despidió de su amiga, quien se dirigía a las lomas y planicies de occidente, y él partió a las llanuras del norte. Pero era tan lejos y hacía tanto calor, que cuando llegó a su hogar, de la media jícara que tenía sólo le quedaba muy poca agua. Aún así, el desierto fue feliz y estuvo por siempre agradecido de la generosidad de la selva seca; sólo los animales más valientes se decidieron a acompañarlo.


-¿Qué haremos con la selva seca?, se preguntaban los ancianos, -ha sido muy generosa con sus amigos, que no es justo que sólo tenga media jícara-. Después de discutirlo, volvieron a llamarla y le dijeron: -debido a tu nobleza, hemos decidido que tu jícara se llene nuevamente de agua, pero para que esto ocurra, deberás dormir durante seis largos meses y cuando despiertes, tendrás suficiente agua para dar de beber a tus plantas y animales-. La selva seca dudó, pensó en sus habitantes y en que el agua no era suficiente para todos, así que al final aceptó y en ese instante cayó en un profundo sueño. Desde entonces, la selva seca duerme durante medio año y los árboles le llevan flores de los más vistosos colores esperando a que despierte. Y, cuando caen las primeras gotas de lluvia en el verano, la selva renace y cubre de verdor los montes y planicies en las que vive, y los arroyos vuelven a correr en las barrancas, las aves revolotean y cantan y los animales de cuatro patas recorren los viejos caminos. La selva seca entonces sonríe, sentada tranquilamente frente al mar.

Reserva de la Biósfera Chamela-Cuixmala, Jalisco

martes, 28 de febrero de 2012

Inmensidad


Aunque no se conozca, existe el número de las estrellas y el número de los granos de arena. Pero lo que existe y no se puede contar y se siente aquí dentro exige una palabra para decirlo.
Canek, Ermilo Abreu Gómez.

Había transcurrido una mañana fría cuando, después de hacer una parada en Ocampo, continuamos ascendiendo hasta llegar a El Rosario. Entramos al santuario mientras el cielo aún estaba cubierto de nubes, subimos por escaleras y veredas de tierra hasta llegar al sitio donde los árboles parecían tener hojas de más; hojas grises, oscuras, opacas. Era poco más de mediodía cuando sentados y en silencio, levantamos la vista para ver las nubes en retirada y cómo los rayos del Sol comenzaban a iluminar las copas de los árboles. Al suceder esto, las hojas empezaron a caer pero nunca llegaron al suelo; en lugar de ello aletearon, tiñeron de naranja el día gris y llenaron el silencio con un murmullo sin fin: las mariposas monarca habían despertado.


Reserva de la Biósfera Mariposa Monarca, Michoacán.


A medida que los rayos del Sol alcanzaban más y más árboles, decenas y centenas de mariposas alzaron el vuelo, se movieron de árbol en árbol, hacia los arbustos, las flores y al suelo. Al ver este impresionante espectáculo las líneas de Canek, el libro de Ermilo Abreu Gómez, rondaban en mi mente. A menudo Canek conversaba con Guy, el niño de la hacienda, y en una ocasión le interrogó sobre el número de las estrellas y de los granos de arena; Guy le respondió que no se podían contar. Pero la respuesta de Canek no fue un número, sino “inmensidad”, una palabra para aquellas cosas que no necesitan contarse.

Mariposas monarca, El Rosario, Michoacán.

Los animales son buenos para producirnos sensaciones semejantes; cuando cae la tarde en Balamkú, Campeche, de una oquedad del suelo surge una enorme columna de miles de murciélagos en el llamado Volcán de los Murciélagos. Algo similar ocurre con los vencejos del Sótano de las Golondrinas, en San Luis Potosí, los cuales vuelven a sus nidos al caer la noche, mientras que en los alrededores de Ciudad Cardel, Veracruz, durante el otoño cientos de rapaces surcan el cielo en el llamado Río de las Rapaces; y no muy lejos de allí, los cangrejos azules se mueven por decenas a las playas a buscar pareja, así como las tortugas llegan a desovar en las playas mexicanas. O ya más cerca, en pueblos y ciudades al amanecer y por la tarde enormes parvadas de aves cruzan el cielo; nubes de chicatanas vuelan para aparearse cuando llegan las lluvias, las noches de verano se iluminan con cientos de luciérnagas o los suelos se llenan de hormigas cuando éstas se mudan de hogar.

Volcán de los murciélagos en Balamkú, Campeche

Inmensidad es una palabra húmeda de misterio, dice Canek, y misterio es lo que uno siente al presenciar tal cantidad de aves, murciélagos o insectos. Si acaso Canek me preguntara: Mira el bosque; cuenta las mariposas que aletean, la respuesta sería simple: no se pueden contar.

martes, 7 de febrero de 2012

Pojx


“Al anochecer, los espíritus de la muerte salen de sus cuevas, se convierten en murciélagos y vuelan a comer guayabas”

Esta narración es de los taínos, la cultura de las Antillas que observó por primera vez a los europeos, aunque también fue de las primeras en desaparecer, y que legó al idioma español los nombres de varias plantas, entre ellas el de la guayaba. La creencia taína es una descripción fiel del comportamiento de los murciélagos, que vuelan de noche para alimentarse de néctar, insectos o frutos, y que tienen una relación (interacción es la palabra utilizada) con la planta cuyos frutos se comen.


No hay duda que comer guayabas beneficia a los murciélagos, constituye su alimento y así obtienen energía para vivir y volar, y seguramente otras propiedades de la guayaba les resultarán muy útiles (imaginen tan sólo los beneficios que la guayaba tiene para nosotros). Pero, ¿qué gana la guayaba con que se coman sus frutos? La respuesta está dentro del fruto, es decir, en las semillas que como todos sabemos, si llegan a germinar pueden crecer y crecer hasta llegar a ser un árbol adulto como su mamá-árbol-guayaba.
Guayabas michoacanas

Así que la historia es la siguiente, el murciélago se come los frutos y beneficia a la planta de dos formas; la primera es que vuele lejos, llevándose el fruto (semillas incluidas) muy lejos del árbol que las produjo. Y la segunda es que al comerse el fruto, las semillas atraviesan su intestino y, en el proceso, su cubierta se adelgaza; cuando son defecadas, esas semillas tienen mayor probabilidad de germinar. Con una cubierta más delgada, y lejos de su mamá-árbol-guayaba, la semilla germinará y crecerá hasta ser un árbol adulto que producirá nuevas guayabas, que los murciélagos comerán y… así sucesivamente.

Y esta labor la hacen no sólo los murciélagos; cuando los europeos introdujeron el ganado vacuno en las Antillas notaron que las guayabas les causarían problemas, ya que las vacas se comían los frutos y, al ser defecadas, las semillas crecían muy bien en el excremento de las vacas; así, los pastizales que intentaban crear se llenaban de árboles de guayaba. Pero al final, a los conquistadores también les gustaron las guayabas, tanto que se dieron a la tarea de llevar la planta al resto de los continentes en los cuales se cultiva hoy para consumo humano; y en muchos casos también alimentan animales, los cuales se comen sus frutos, dispersan sus semillas, que germinan y crecen y… creo que ya me entienden.


Murciélago insectívoro en Tlahuitoltepec Mixe
De esta manera, plantas como la guayaba producen frutos carnosos, coloridos y olorosos que son sumamente atractivos para los animales, lo cual no tiene otro objeto que la dispersión de sus semillas. La planta sólo espera al primer antojadizo que se cruce con la mamá-planta-guayaba, incluyendo murciélagos-espíritus de la muerte, para que transporten lejos a sus semillas. De cierta forma, la guayaba seduce a quien la come para que aún en la muerte, vuelva a comer sus frutos.

<<<>>> 

La guayaba es uno de los pocos frutos de origen mesoamericano cuyo nombre en español no deriva del nahuatl, sino del idioma de los taínos de las Antillas. En nahuatl se le conoce como Xalxocotl, o jocote arenoso (el jocote es el ciruelo amarillo, aunque xocotl también significa agrio). En mixe es Pojx y en zoque Pots, del cual deriva el nombre de una población de la sierra llamada Pots äm (Lugar de guayabas).

<<<>>> 

Existe extensa información sobre la guayaba, desde sus extensos usos medicinales, sus métodos de cultivo y crecimiento. Y aquí una descripción de cómo un murciélago se come una guayaba.

miércoles, 11 de enero de 2012

La sonrisa de Benito Juárez


¿Lo han intentado? Con sólo tres dobleces en un billete de 20 pesos es posible hacer sonreír a Benito Juárez, un fenómeno óptico que lo hace transitar de la seriedad y sutil sonrisa que muestra a una pícara sonrisa con ojos astutos. ¿Qué es lo que podría esconder este alegre rostro si le tocó estar en el billete de menor denominación? Ya que inventar relaciones entre cosas que no las tienen constituye una de las tareas a las que ocasionalmente me dedico, aquí va su historia:

La sonrisa de Benito Juárez en el billete
de 20 pesos
Cuando Benito Juárez bajó a la ciudad de Oaxaca (después del episodio de los borregos perdidos) sólo hablaba zapoteco, y por lo tanto, contaba en zapoteco. En el idioma zapoteco, así como en otros idiomas mesoamericanos, el sistema de conteo es vigesimal y no decimal como el que heredamos de la India; Benito Juárez por lo tanto, contaba de veinte en veinte, la denominación del billete que porta su cara.  

La unidad principal de esta forma de contar es el número 20 (ee'px, cempohuali, ma ekuatse, galo) y se usa por igual en la actualidad, aunque con diferentes nombres, por ayuujk y nahuas, purhépechas y mayas, mixtecos y zapotecos, entre otros pueblos. Alguna vez, en la época prehispánica tuvo una forma de representación en forma de puntos, barras y caracoles; ampliamente utilizados por los mayas, pero con raíces mucho más antiguas. De hecho, puntos y barras fueron utilizados con anterioridad por zapotecos, ñuiñés y mixe-zoques para numerar objetos y marcar fechas en sus calendarios.

Contar de 20 en 20 no es tan difícil como parece, es sólo cuestión de acostumbrarse a los numerales utilizados. Un punto representa un 1 (hasta cuatro puntos) y una barra un 5 (hasta tres barras), el sistema es aditivo hasta el 19 (3 barras y 4 puntos), momento en el cual se convierte en posicional; a diferencia del sistema decimal, la posicionalidad no es horizontal, sino vertical. Así, 20 (1x20) se representa con un punto en un nivel superior al del cero, hasta llegar a contar 19 veintes (19x20=380), el tercer nivel es el de 400 (1x400), que se cuenta hasta 19 veces(19x400=7600) para alcanzar el nivel de 8000, y así sucesivamente, en forma de potencias de 20. Para que el sistema posicional haya funcionado, fue necesaria la invención del símbolo del cero, lo cual ocurrió en tiempos anteriores a los del sistema decimal.
Numerales de puntos y barras en la
Estela 1 de la Mojarra,  Veracruz.
Con escritura epi-olmeca, es del siglo
II. d. C.

La numeración vigesimal también fue utilizada en los calendarios prehispánicos para marcar fechas, es el llamado calendario de cuenta larga, y si bien la mayoría de los registros son mayas, también fue heredado de culturas anteriores que habitaron la zona olmeca cientos de años atrás. La fecha más vieja registrada en un calendario de este tipo (36 a. C.) procede de Chiapa de Corzo, un sitio arqueológico zoque. En dichos registros no existe algún símbolo que represente al cero; sin embargo, la utilización del sistema posicional vertical implica necesariamente su uso en la escritura.

El sistema de conteo vigesimal es una particularidad que pueblos de familias linguísticas no relacionadas comparten. Al perderse la escritura prehispánica de estos pueblos, también se perdió la necesidad del sistema posicional, y por lo tanto, la utilización del cero cayó en desuso. No obstante, a pesar que la numeración escrita se halla sólo en estelas y códices, la numeración oral se ha conservado en muchas culturas en las que aún contamos de 20 en 20.

Cenzontle (Palenque, Chiapas). Ave cuyo nombre deriva del nahuatl y significa literalmente
cuatrocientos, el primer número del tercer nivel de numeración vigesimal. Ce=1 tzontli=400.

Este sistema habla no sólo de diversidad lingüística (cada quien nombra los números según su idioma) sino también de unidad entre culturas. Desafortunadamente hay indicios que se está perdiendo, pues hoy varias comunidades indígenas conservan su idioma, pero cuentan en español. En estos casos, no sólo se pierde el nombre dado a los numerales, sino todo un sistema de conteo que, entre otras cosas, inventó el cero. El fenómeno óptico del billete de 20 pesos tiene dos caras, si uno mueve el billete en la dirección contraria, Benito Juárez en lugar de sonreir se mostrará más triste ¿será que sabe algo?

<-<-<-<-<-<-<-<>->->->->->->->

El sistema vigesimal oral se utiliza en muchas lenguas indígenas, en algunos casos casi intacto y en otros se ha modificado por el contacto con el sistema decimal. Por ejemplo, en el ayuujk de Tlahuitoltepec el sistema de conteo utilizado en transacciones y operaciones sencillas mezcla el sistema vigesimal con el decimal, del 1 al 100 es vigesimal, las centenas hasta el primer millar son decimales, los millares vuelven a ser vigesimales y después de la primera centena de millar es nuevamente decimal. En este y otros idiomas no sólo se modifica el conteo, sino también se han introducido préstamos lingüísticos como ciento, mil y millón, y aunque aún se conozcan los nombres dados a 400 u 8000, rara vez son utilizados en contextos comunes.

<-<-<-<-<-<-<-<>->->->->->->->

Una vez en Oaxaca, Benito Juárez también aprendió francés, tal vez debió sorprenderle que esta lengua conserva nombres de numeración vigesimal, al igual que otrasalrededor del mundo. Una explicación más extensa sobre el sistema de conteo vigesimal puede hallarse aquí.